viernes, 26 de abril de 2013

EL HERMANO MAYOR

Entonces se enojó, y no quería entrar. Salió por tanto su padre, y le rogaba que entrase. Lucas 15:28.

Marque los temas en la parábola. El hermano mayor que viene del campo, al oír la algarabía, pregunta qué sucede, y se le dice del regreso de su hermano y de cómo mataron el becerro gordo para la fiesta. Entonces se revela egoísmo, orgullo, envidia y malignidad en el hermano mayor. Siente que favorecer al pródigo es un insulto, y el padre discute con él, pero él no mira el asunto desde una perspectiva correcta, ni se une al padre para alegrarse porque se ha hallado al perdido. Le da a entender al padre que, de haber estado él en su lugar, no habría recibido nuevamente al hijo, y se olvida de que el pobre pródigo es su propio hermano. Habla con sorna a su padre, acusándolo de haber sido injusto con él al favorecer a uno que había desperdiciado su vida. Habla del pródigo a su padre en términos de "este, tu hijo". Pero a pesar de toda esta conducta poco filial, de sus expresiones de desprecio y arrogancia, el padre trata con él con paciencia y ternura...
¿Llegaría el hermano mayor a notar que no merecía un padre tan bondadoso y considerado? ¿Llegó a ver que aunque su hermano había actuado inicuamente, aún era su hermano, que su relación no había sido alterada? ¿Se arrepintió de sus celos y le pidió perdón a su padre por haberlo malinterpretado de manera tan descarada?
¡Cuánto se parece la acción de este hermano mayor al Israel no arrepentido e incrédulo, que se negó a reconocer que los publícanos y los pecadores eran sus hermanos, que debían ser perdonados, buscados, [individuos] por los que se debía trabajar y no dejarlos morir, sino conducirlos a que alcanzaran la vida eterna! ¡Cuán hermosa es esta parábola para ilustrar la bienvenida que cada alma arrepentida recibirá del Padre celestial! ¡Con cuánto gozo se alegrarán los seres celestiales al ver a las almas que regresan a la casa de su Padre! Los pecadores no encontrarán reproches, burlas, ni recuerdo de su indignidad. Todo lo que se requiere es penitencia. El Salmista dice: "Porque no quieres sacrificio, que yo lo daría; no quieres holocausto. Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contri to y humillado no despreciarás tú, oh Dios" (Sal. 51:16, 17).— Signs of the Time, 29 de enero de 1894.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White

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