lunes, 1 de abril de 2013

LA GRAN CENA



Un hombre hizo una gran cena, y convidó a muchos. Ya la hora de la cena envió a su siervo a decir a los convidados: Venid, que ya todo esta preparado. Lucas 14:16,17 (lea Lucas 14:16-24).


Esta parábola representa correctamente la condición de muchos de los que profesan creer la verdad presente. El Señor les ha enviado una invitación a venir a la cena que él ha preparado para ellos con gran costo de su parte, pero los intereses mundanales les parecen de mayor importancia que el tesoro celestial. Están invitados a participar en cosas de valor eterno, pero sus fincas, sus ganados y los intereses de su hogar les parecen de importancia tanto mayor que la obediencia a la invitación celestial, que superan para ellos toda atracción divina, y hacen de esas cosas terrenales una excusa para desobedecer el mandato celestial: "Venid, que ya está todo preparado"...
Estos hombres usan como excusa por no poder obedecer los requerimientos de la verdad, las mismas bendiciones que Dios les dio con el fin de probarlos para ver si darán "lo que es de Dios, a Dios". Abrazan sus tesoros terrenales y dicen: "Debo cuidarlos; no debo descuidar las cosas de esta vida; son mías". De este modo el corazón de esos hombres se ha endurecido como el camino trillado...
Su corazón está tan cubierto de espinas y de los cuidados de esta vida, que las cosas celestiales no pueden hallar cabida en él. Jesús invita a los cansados y cargados, y les promete descanso si quieren acudir a él... Él quiere que ellos pongan a un lado las pesadas cargas de las congojas y las perplejidades mundanales y tomen su yugo de abnegación y sacrificio por los demás. Esta carga les resultará fácil. Los que se niegan a aceptar el alivio que Cristo les ofrece, y continúan llevando el amargo yugo del egoísmo imponiendo a sus almas tareas sumamente pesadas según los planes que hacen para acumular dinero para la complacencia egoísta, no han experimentado la paz y el descanso que se hallan en llevar el yugo de Cristo y las cargas de la abnegación y la benevolencia desinteresada que Cristo llevó en su favor...
Hay almas por las cuales Cristo murió, que podrían salvarse por sus esfuerzos personales y ejemplo piadoso... Pero la luz preciosa queda oculta bajo el almud y no alumbra a los que están en la casa.— Review and Herald, 25 de agosto de 1874; parcialmente en Testimonios para la iglesia, tomo 3, pp. .423, 424.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White

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