jueves, 2 de mayo de 2013

TÚ PONES LA MEDIDA

Eliseo le ordenó: «Sal y pide a tus vecinos que te presten sus vasijas; consigue todas las que puedas. Luego entra en la casa con tus hijos y cierra la puerta. Echa aceite en todas las vasijas y, a medida que las llenes, ponlas aparte». 2 Reyes 4:3-4.

Esta es la parte central del encuentro de Eliseo con la viuda pobre. Constituyó una gran prueba de fe para ella. El profeta de Dios le pidió que hiciera algo que parecía no tener sentido. ¿Cómo pretender llenar vasijas con aceite cuando el problema en sí radicaba en que apenas tenía un poco de aceite, y por esa razón no era capaz de asumir su deuda? ¿Cómo convertir la pobreza en abundancia? ¿Por qué el profeta le pedía que actuara a puertas cerradas acompañada únicamente de sus hijos? ¿Sería posible que el profeta dudara un poco de la instrucción que había dado y prefiriera que todo se hiciera en secreto, por temor a la vergüenza y el ridículo? Si quería buscar excusas para la duda, la mesa estaba servida.
En medio de todas esas posibles reflexiones, la mujer decidió esperar que el poder de Dios se manifestara a través de la palabra de Eliseo y dejando a un lado sus conjeturas, siguió por fe las indicaciones que había recibido. Al hacerlo, el milagro se hizo posible frente a sus ojos; un milagro en forma de una fina hebra dorada de aceite que parecía no tener fin. La medida de su fe hizo posible que el aceite fluyera continuamente, y también que dejara de fluir cuando las vasijas se agotaron. Me pregunto qué hubiera sucedido si la viuda no hubiera dejado de conseguir vasijas. ¿Se hubiera cansado la mano de Dios para bendecirla?
Si necesitas un milagro, pídelo y actúa con confianza en Dios. No permitas que tu falta de fe detenga y demore la obra salvadora que Dios desea hacer contigo y con los tuyos. Por medio del Libro Santo, la oración y las voces de las personas que te aman, el Señor te mostrará su voluntad. Su promesa es: «Tus graneros se llenarán a reventar y tus bodegas rebosarán de vino nuevo» (Prov. 3:10).
Querida amiga, la fidelidad de Dios es inconmovible. Ni un proceder erróneo, ni la mayor miseria, ni aun un corazón bloqueado por el pecado, pueden hacer que Dios cambie su actitud amante y bondadosa. Por eso, confía en él y, con toda certeza, recibirás las bendiciones que tiene listas hoy para ti y para tu familia.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

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