domingo, 16 de junio de 2013

EL ENGAÑO DE CAPGRAS

Mi pueblo es necio, no me conoce; son hijos insensatos que no tienen entendimiento. Son hábiles para hacer el mal; no saben hacer el bien (Jeremías 4:22).

El doctor V. S. Ramachandran cuenta que nunca olvidara la frustración y desesperación que percibió en la voz de un padre que lo llamo para pedirle ayuda. El hombre había sido diplomático del gobierno de Venezuela y le dijo que su hijo sufría de un cruel engaño o ilusión.
¿Qué tipo de engaño?-inquirió Ramachandran.
Mi hijo de treinta años de edad piensa que yo no soy su padre, sino que soy un impostor. Dice lo mismo acerca de su madre. El afirma que no somos sus padres verdaderos -dijo al hombre haciendo esfuerzos para que no se le quebrara la voz.
Arturo, el hijo de aquel pobre hombre, había sufrido un accidente casi fatal y estuvo en toma durante tres semanas. Cuando salió del coma aprendió a hablar, a caminar y poco a poco recupero la memoria. Todo parecía volver a la normalidad, con la excepción de que estaba convencido de que su padre no era su padre, sino un impostor. Cuando le preguntaban quien era el hombre que lo cuidaba y se preocupaba por él, Arturo decía que ese hombre era una buena persona, de hecho tenía el mismo aspecto que su padre, pero en realidad no era su padre. “No desea hacerme daño”, añadía, “quizá es una persona a quien mi verdadero padre le paga para que me cuide”. Arturo sufría del “síndrome del engaño de Capgras”, uno de los más raros en la neurología.
Las víctimas, normalmente muy lucidas, llegan a considerar a sus conocidos más cercanos, usualmente padres, hijos, esposos, hermanos, como impostores. Es interesante notar, sin embargo, que este tipo de casos no son extraños en la relación entre Dios y sus hijos. Cuando Adán peco en el jardín del Edén, Satanás logro convencerlo de que Dios no era realmente su Padre, sino un impostor. Dios no era el Creador, sino una persona que había ocultado el secreto que capacitaba al hombre para llegar a ser como Dios. Muchas de estas personas, aparentemente, no rechazan a Dios. Reconocen que el Señor cuida de ellos, les provee lo necesario para vivir y no desea hacerles mal. La diferencia consiste en que no lo reconocen como su Padre y, por lo tanto, no obedecen sus indicaciones.
Sus acciones, más que sus palabras, indican el tipo de relación que tienen con él. ¿Quién es Dios para ti? ¿Qué tipo de relación tienes con él? Piensa en esto durante el día.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez

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