sábado, 3 de agosto de 2013

SÉ UNA CONSTRUCTORA DE PUENTES

Mujer ejemplar, ¿dónde se hallará? […] Cuando habla, lo hace con sabiduría; cuando instruye, lo hace con amor. Proverbios 31: 10,26

Hace unos cuantos meses recibí la visita de una madre y de su hija adolescente. Al sentarse frente a mí parecían dos completas desconocidas la una para la otra; rehuían todo contacto físico. Además al hablar se descalificaban mutuamente. En cierto momento pensé que si las hubiera dejado a solas, se habrían propinado no solamente duros golpes verbales, sino también puñetazos. Me puse a pensar en la situación, y me pregunté cómo podían haberse alejado tanto dos mujeres que en algún momento de sus vidas habían compartido incluso el mismo torrente sanguíneo.
Este tipo de escenas y desencuentros son cada vez más frecuentes y más dañinos. Las madres y las hijas parecen ir por caminos contrarios hasta llegar a la controversia, y en casos más graves a la confrontación. Muchas madres vuelcan todas sus frustraciones y proyectos inconclusos sobre sus hijas y se vuelven controladoras, autoritarias, críticas e insensibles. No reconocen que la hija tiene una vida propia y que, como madres, tan solo les compete brindar orientación, consejo y guía, además de dar amor. En muchas ocasiones privan a sus criaturas del derecho a construir su propia vida, sembrando graves conflictos emocionales tanto en ellas como en otras personas.
Por otro lado, también hay madres que, afectadas por un pasado conflictivo, no desean intervenir en el desarrollo personal de sus hijas. Se mantienen al margen y argumentan que no están capacitadas para brindar consejos y orientaciones. Las hijas, por su parte, aseguran no sentir el amor de sus madres y eso las lleva a experimentar sentimientos de abandono y distanciamiento. Las consecuencias de esa soledad se verán en el tipo de relaciones que establecerán con otras personas.
A las madres nos corresponde mantener abiertos los canales de comunicación, especialmente cuando nuestros puntos de vista no coinciden con los de nuestras hijas. Somos nosotras, por haber sido antes hijas, las que deberíamos hacer esfuerzos para entender mejor las actitudes de nuestras herederas. Es conveniente tener en cuenta que ellas se esfuerzan ante todo por encontrarles un sentido a sus vidas.
Las madres deberíamos tender puentes si la relación con algunos de nuestros hijos se viera interrumpida. Puentes de amor y de confianza por los cuales nosotras y nuestros vástagos podamos transitar hasta el día en que concluya nuestro peregrinaje.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

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