miércoles, 1 de enero de 2014

ADÁN

Y dijo: “Hagamos al ser humano a nuestra imagen y semejanza”. Génesis 1:26.

Generalmente, los seres humanos somos extraños. Cuando tenemos todo a nuestro favor, tomamos decisiones que nos complican, a veces, de un modo fatal.  Hay situaciones que me dejan (hasta el día hoy) perplejo. Por ejemplo, un médico fumando. Sabe que es pésimo, tiene plena conciencia de todos los riesgos que corre y continúa fumando, por increíble que parezca.
Mucho más extraño es lo que sucedió con el primer hombre. Él tenía todo para ser feliz: el jardín del Edén era el lugar perfecto, y Eva era la compañía perfecta. Además, contaba con la presencia y la compañía perfecta de un Dios perfecto, que lo había creado y lo amaba más allá de todo entendimiento. Pues a pesar de toda esta perfección en la mano, el señor Adán eligió desobedecer a Dios y comer del fruto prohibido.
Por más que lo piense e intente entenderlo, no consigo encontrar ningún motivo medianamente lógico para la decisión tomada. De las consecuencias de la decisión no necesito hablarte, ya que las sufres conmigo cada día.
Y aquí estamos nosotros, comenzando un nuevo año. Seguramente no estarás en el jardín del Edén, no sé si tendrás a tu Eva (o a tu Adán) al lado, pero te puedo asegurar que puedes compartir algo con Adán: la presencia perfecta de un Dios perfecto a tu lado. Él te ama tanto como amaba a Adán. Él desea darte tantas victorias como deseaba darle a Adán. Él está tan interesado en ti como lo estaba en Adán.
Aunque me puedas mostrar muchos aspectos en los que tu vida no es perfecta, te diré siempre lo mismo: nuestro Dios es perfecto y él tiene el poder. Por eso, elige este año conocerlo más, estar en mayor comunión con él, amarlo más…
Puedes quedarte tranquilo. El interés de Dios no se renueva cada año, como nuestras promesas; es absolutamente constante. No cambia, no tiene sombra de variación. Él te ama de la misma manera desde el mismo minuto en que naciste.
En esta Tierra, nunca estarás tan cerca de él que no puedas acercarte un poco más, ni tan lejos que él no consiga abrazarte. Él te espera hoy como te esperó ayer. Te esperará durante todo este año como te esperó el año pasado.
Sus brazos están abiertos, y tienen un lugar igual a la forma de tu corazón.

Tomado de MEDITACIONES MATINALES JÓVENES
365 VIDAS
Por: Milton Bentancour

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