jueves, 14 de abril de 2016

ODIO AL OCIO

Más que nada, temo no hacer nada. Charles Colson

Mucha gente ve el trabajo como un mal necesario, pero en realidad sueñan con vivir una vida ociosa, libres de horarios y oficinas, sin la presión de la productividad… Si no fuera por la necesidad económica que los apremia, se levantarían a cualquier hora, y no harían nada más que lo que les gusta. Poco se han parado a reflexionar en cuán dañinas serían las consecuencias de ceder a esta moderna y antibíblica manera de pensar. Si algún día lográramos vivir así, ¿qué satisfacción encontraríamos en la vida?
El ocio no es una bendición, sino una gran maldición. “Dios ha bendecido a los seres humanos con nervios, órganos y músculos; y no deben permitir que se deterioren a causa de la inacción, sino que necesitan fortalecerlos y mantenerlos saludables mediante el ejercicio. No tener nada que hacer es una gran desgracia, porque el ocio siempre ha sido y siempre será una maldición para la familia humana” (Conducción del niño, cap. 21, p. 129).
Trabajar da vida; no hacer nada resta vida. Estar activas nos da energía; estar inactivas nos la roba.
El trabajo nos orienta hacia objetivos; el ocio dispersa nuestra mente y la predispone hacia el mal.
Trabajar nos ayuda a conocer nuestra identidad y a encontrar un propósito en la vida; no hacer nada no ayuda a nada de nada. Si a algo hemos de temer no es al trabajo, la productividad ni la actividad continua, sino al ocio y a la indolencia.
La actividad es fuente de vida y de riqueza mental, sin embargo, “las manos ociosas conducen a la pobreza” (Prov. 10: 4, NVI), no solo económica, sino también mental y espiritual. “El trabajo juicioso es tónico para la familia humana. Hace fuertes a los débiles, ricos a los pobres, felices a los desgraciados. Satanás […] nunca tiene más éxito que cuando se acerca a los hombres en sus horas de ocio” (Consejos para los maestros, cap. 37, p. 265).
Teniendo esto en cuenta, procuremos hacer de la oficina, la computadora o la cocina nuestro propio altar, en el que mostremos a Dios la importancia que concedemos a los valores que nos ha transmitido a través de su Palabra. Centrémonos en lo positivo que aporta a la vida el trabajo constante y la actividad (incluidas toda actividad misionera y de ayuda humanitaria), teniendo en cuenta la gloria de Dios. Y de cuando en cuando, alguna actividad lúdica, no reñida con la espiritualidad, tampoco viene mal.  Más que nada, teme no hacer nada.

“Amados hermanos, les damos el siguiente mandato en el nombre de nuestro Señor Jesucristo: aléjense de todos los creyentes que llevan vidas ociosas” (2 Tes. 3:6, NVT).

Tomado de Lecturas Devocionales para Damas 2016
ANTE TODO, CRISTIANA
Por: Mónica Díaz
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