domingo, 10 de abril de 2016

UN HÁBITO DEL ALMA

Una persona realmente cortés es una persona realmente religiosa. Fulton J. Sheen

Se cuenta que George Washington, el primer presidente de los Estados Unidos, se cruzó en una ocasión con un esclavo que se quitó el sombrero y lo saludó: “Buenos días, general Washington”. Inmediatamente el presidente se quitó también su sombrero e inclinó la cabeza haciendo un gesto de cortesía hacia el esclavo. El general Lafayette, que acompañaba a Washington, le preguntó: “¿Por qué se inclinó ante el esclavo?” Obviamente, los convencionalismos y etiquetas no lo requerían, por ser aquel hombre de condición social infinitamente inferior a la suya. Washington contestó: “No puedo concebir que nadie sea más cortés que el presidente”. Interesante anécdota, como interesante es el concepto que tenemos de la cortesía; virtud que, por cierto, brilla por su ausencia.
Tendemos a confundir cortesía con etiqueta, pero son dos realidades bien distintas. La etiqueta, mero convencionalismo social, se aprende con el fin último de cuidar nuestra imagen, de fomentar en los demás un buen concepto de nosotras. Sin embargo, la etiqueta parte del convencimiento de que no todos somos iguales, se aplica haciendo acepción de personas en función de la clase social o la autoridad. De acuerdo a la etiqueta, Washington no debía en absoluto haberle hecho una reverencia al esclavo; si lo hizo, fue porque tenía un concepto elevado de los demás, fueran esclavos o fueran lo que fueran. Cuando uno se cree más que el otro, es imposible que lo trate con cortesía.
La cortesía brota de un convencimiento interno de que todos somos hijos de Dios, y conduce a un trato profundo con todos, ricos o pobres, patrones o esclavos, independientemente de la autoridad o posición social que tengan. La cortesía “es un hábito del alma”;’ es la manifestación externa a través de nuestros actos de una profunda convicción espiritual interna. “El evangelio no fomenta la cortesía formalista [la etiqueta], tan corriente en el mundo, sino la cortesía que brota de la verdadera bondad del corazón” (El colportor evangélico, p. 207). Porque “la esencia de la verdadera cortesía es la consideración hacia los demás […] y estimula la bondad hacia todo el mundo” (La educación, cap. 27, p. 216).
Cuánto hemos de cambiar por dentro para que lleguemos a tratar a los demás con verdadera cortesía cristiana en todas circunstancias. Eso solo viene de Dios. *

“Den preferencia a los demás” (Rom. 12:10, PDT).

* Fulton J. Sheen, On being human [sobre el ser humano] (Nueva York: Universal Press Syndycate, 1982), p. 177.

Tomado de Lecturas Devocionales para Damas 2016
ANTE TODO, CRISTIANA
Por: Mónica Díaz
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