viernes, 20 de enero de 2017

¿POR QUÉ DUDAR?

«¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?». Mateo 14: 31

La palabra de dios, como el carácter de su divino autor, presenta misterios que nunca podrán ser plenamente comprendidos por seres finitos. La entrada del pecado en el mundo, la encarnación de Cristo, la regeneración, la resurrección, así como otros temas que se presentan en la Sagrada Escritura, son misterios demasiado profundos para que la mente humana los explique, o siquiera los entienda realmente. Pero el hecho de que no comprendamos todos los misterios divinos no justifica que dudemos de la Palabra de Dios. En el mundo natural estamos constantemente rodeados de misterios que escapan nuestra comprensión. Hasta las formas más humildes de vida presentan enigmas que los más sabios eruditos son incapaces de explicar. Por doquiera se ven maravillas que superan nuestro conocimiento. ¿Nos ha de sorprender, entonces, encontrar también en el mundo espiritual misterios que no podamos sondear? […] Los incrédulos han presentado las dificultades de las Sagradas Escrituras como argumento contra ellas; pero distan mucho de serlo, ya que constituyen en realidad una contundente evidencia de su inspiración divina. Si la Biblia solo contuviera acerca de Dios aquello que fácilmente pudiéramos comprender, si su grandeza y majestad pudieran ser abarcadas por inteligencias finitas, entonces la Biblia no llevaría las credenciales inequívocas de la autoridad divina. La misma grandeza y los mismos misterios de los temas presentados deben inspirar fe en ella como Palabra de Dios.
La Escritura presenta la verdad con tal sencillez y con una adaptación tan perfecta a las necesidades y los anhelos del corazón humano, que ha asombrado y cautivado a las mentes más cultas. Al mismo tiempo capacita al más humilde y sencillo para discernir el camino de la salvación. No obstante, estas verdades sencillamente declaradas tratan asuntos tan sublimes, de tanta trascendencia, tan infinitamente fuera del alcance de la comprensión humana, que solo podemos aceptarlas porque Dios las ha revelado.
Así queda el plan de la redención expuesto delante de nosotros, de modo que cualquiera pueda ver los pasos que es necesario dar para arrepentirse ante Dios y tener fe en nuestro Señor Jesucristo, para salvarse de la manera señalada por Dios. Sin embargo, bajo estas verdades tan comprensibles existen misterios que son el escondedero de la gloria del Señor, misterios que abruman la mente que los indaga, aunque inspiran fe y reverencia al sincero investigador de la verdad. Cuanto más escudriña este la Biblia, tanto más se arraiga su convicción de que es la Palabra del Dios vivo, y la razón humana se inclina ante la majestuosidad de la revelación divina.— El camino a Cristo, cap. 12, pp. 159-162.

Tomado de lecturas devocionales para Adultos 2017
DE VUELTA AL HOGAR
Por: Elena G. de White
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