domingo, 5 de enero de 2020

LA ARROGANCIA


“Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno” (Romanos 12:3).

Los apartamentos de lujo del edificio Richelieu en las playas de Pass Christian (Misisipi, EE.UU.) contaban con la animación propia del veraneante de la gran ciudad. Se divertían con espíritu despreocupado y abundancia de bebidas alcohólicas. La policía recibió la alarma de que el huracán Camille estaba tocando la costa occidental cubana y se aproximaba al Golfo de México para irrumpir de lleno en el estado de Misisipi. El jefe de policía, Jerry Peralta, movilizó su equipo para evacuar todos los edificios playeros. La mayoría de las personas obedecieron la orden, pero un numeroso grupo del edificio Richelieu desafió al agente:
— ¡Señor Peralta, estamos en nuestra propiedad y para sacarnos de aquí tendrá que traer una orden de detención! ¡Hemos sobrevivido a varios huracanes! ¡Este edificio es sólido como la roca!
Aquella noche el huracán arrasó la costa de Misisipi a una velocidad de más de 280 km por hora, haciendo desaparecer varios edificios, entre ellos el Richelieu. Era el 17 de agosto de 1969. El Camille fue el segundo huracán más poderoso del siglo XX, después de otro que tuvo lugar en 1935. Solo en la localidad de Pass Christian murieron 78 personas. La mayoría de ellas pensaban que eran lo suficientemente fuertes para sobrevivir sin necesidad de evacuar.
La ausencia de autoestima conlleva riesgos: pérdida de rendimiento académico y laboral, dificultad en las relaciones, así como vulnerabilidad a la adicción a sustancias psicoactivas, a ser víctima de abusos, ansiedad y depresión, entre otros. Pero el exceso de autoestima es la arrogancia y conduce a situaciones desastrosas como la actitud de aquellos vecinos del edificio Richelieu y, aún más, lleva a la perdición moral. En efecto, actitudes tales como la vanagloria, el engreimiento, la altivez, el orgullo y la soberbia son rasgos diametralmente opuestos al espíritu cristiano de humildad.
El apóstol no recomienda ni la arrogancia ni el desprecio por uno mismo. Nos invita al pensamiento cuerdo (o equilibrado) sobre nosotros mismos. Algunos están tentados a alcanzar el extremo de la altanería, otros, el auto- desprecio. Tanto si tiendes a un lado como al otro, piensa en los dones que Dios te ha dado y, al mismo tiempo, practica la humildad siguiendo el ejemplo supremo de Jesús, quien “no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por todos” (Mar. 10:45).

DEVOCIÓN MATUTINA PARA ADULTOS 2020
UN CORAZÓN ALEGRE
Julián Melgosa y Laura Fidanza
Lecturas devocionales para Adultos 2020

No hay comentarios:

Publicar un comentario