lunes, 13 de enero de 2020

PALABRAS QUE EDIFIQUEN

“Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes” (Efesios 4:29).

Cecil era un joven de capacidad intelectual brillantísima. Conocía varias lenguas a la perfección y producía traducciones excelentes. Pero tenía serios problemas de relaciones interpersonales. No sabía iniciar una conversación; y si otros la iniciaban, él no sabía mantenerla; le resultaba difícil expresar aprecio y gratitud; se quedaba sin palabras ni gestos cuando se cruzaba con un amigo y no tenía noción de cuándo y cómo utilizar expresiones como “por favor”, “gracias”, “es un gusto hablar con usted”, entre otras. Y cuando hablaba, acababa expresando mensajes inadecuados y hasta hirientes. En suma, tenía una profunda carencia de las habilidades sociales más básicas. A pesar de su privilegiada inteligencia no era capaz de llevarse bien con las personas allegadas ni de entablar una relación íntima.
Daniel Goleman es quien relata el ejemplo de Cecil en su libro Inteligencia emocional para ejemplificar el fuerte componente social que tiene la falta de inteligencia emocional. Los psicólogos detectaron en Cecil un problema de autoestima y la inseguridad de ser capaz de decir algo que interesara a los demás. Para ayudarlo, tuvieron que enseñarle a emitir mensajes cálidos y acogedores y evitar los dichos fríos y repelentes.
En las ciencias de la conducta es bien sabido que la habilidad para iniciar y mantener relaciones sociales es de más valor para el éxito profesional y personal que cualquier otra destreza, incluida la intelectual. Pero su valor llega aún más lejos: el desarrollo del carácter y de la conducta cristiana. En el capítulo 4 de Efesios el apóstol Pablo explica lo que debe ser la nueva vida en Cristo. Prácticamente todas las cualidades morales que describe se refieren al buen convivir. Se nos insta a hablar verdad los unos a los otros (vers. 25), a no enojarnos (vers. 26), a no robar a los demás (vers. 28), a expresar palabras que edifiquen y den gracia al oyente (vers. 29), a no desplegar ira, gritería, ni maledicencia (vers. 31) y a ser misericordiosos y bondadosos los unos con los otros (vers. 32).
Nuestras palabras y nuestra actitud producen resultados muy diferentes. Escoge hoy hablar palabras que edifiquen a los demás, palabras que denoten bondad y misericordia y que den gracia al oyente. Palabras que serán un bálsamo para los demás y también una fuente de autoestima para ti. Palabras que, en última instancia, Dios utilice para beneficio de todos y le den gloria a él.

DEVOCIÓN MATUTINA PARA ADULTOS 2020
UN CORAZÓN ALEGRE
Julián Melgosa y Laura Fidanza
Lecturas devocionales para Adultos 2020

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