domingo, 26 de enero de 2020

TÍTULOS NOBILIARIOS

“Pero vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1 Pedro 2:9).

Desde los registros más remotos de la humanidad observamos la segregación de clases sociales. Inalterablemente, unos acaban en posiciones privilegiadas mientras que en el otro extremo quedan los más pobres y oprimidos. Los privilegiados, además de riquezas y ventajas, pueden ser portadores de títulos honorables. La más reciente herencia de esta práctica proviene de la época feudal europea (siglos IX-XV) cuando los reyes otorgaban títulos nobiliarios a quienes conseguían victorias en batallas o logros intelectuales o sociales. Ciertos títulos son perpetuos y, a la muerte del receptor, pasan a sus herederos. Algunos países han preservado este sistema hasta el día de hoy y cuentan con duques, archiduques, marqueses, condes, vizcondes, barones, señores y caballeros, todos ellos con sus documentos oficiales que legitiman su nobleza. De esta forma, los portadores de tales credenciales tienen acceso a eventos reservados a personas de su estirpe y gozan de honores e incluso rentas asociadas a los títulos.
Este sistema en nada encaja con el mensaje cristiano que nos recuerda que todos somos hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús (Gál. 3:26), que para Dios no hay acepción de personas (Rom. 2:11), o que los primeros serán últimos y los últimos, primeros (Mat. 20:16). A pesar de todo, y tal vez para infundir ánimo a los despreciados cristianos de su tiempo, el apóstol Pedro toma algunos títulos excelsos que confirman la condición de “linaje escogido, real sacerdocio, nación santa y pueblo adquirido por Dios” hacia todos los que hemos decidido anunciar las bondades y virtudes de nuestro Padre celestial.
En el pasado fueron populares algunos programas televisivos llamados “Reina por un día” o expresiones equivalentes. Durante un día, la persona escogida, generalmente una madre y ama de casa, recibía tratamientos de belleza, ropa distinguida y múltiples agasajos con banquetes y palabras de elogio. Durante ese día no se permitía que la agraciada hiciera trabajo alguno, pues eran otros quienes debían trabajar para ella.
Por supuesto, solo algunas mujeres lograban alcanzar el honor de ser “reinas” durante un día. Pero el pasaje de hoy nos inviste del linaje y la dignidad, no por autoridad de un hombre encumbrado, sino por el mismo Rey del universo. Y no por un día, sino por toda la eternidad. Reflexiona hoy en el fabuloso linaje que posees por ser hijo de Dios y por el privilegio que tienes de servirle.

DEVOCIÓN MATUTINA PARA ADULTOS 2020
UN CORAZÓN ALEGRE
Julián Melgosa y Laura Fidanza
Lecturas devocionales para Adultos 2020

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