domingo, 29 de julio de 2012

¿HA HABLADO DE SU FE?


«Vuélvete a tu casa y cuenta cuan grandes cosas ha hecho Dios contigo» (Lucas 8:39).

¿Cuántas veces hemos oído decir que debemos hablar de nuestra fe? Pero ¿qué significa hablar de nuestra fe? Por favor, no malinterprete lo que le diré. No digo que no debamos dar estudios bíblicos o dirigir reuniones de evangelización, más bien añado una dimensión que tal vez usted no había considerado antes.
Cuando pensamos en hablar de nuestra fe, es probable que pensemos en dar una serie de estudios bíblicos. Nos imaginamos que tenemos que ser expertos en la doctrina de la Biblia y haber memorizado docenas de textos. No todo el mundo se siente cómodo con ese método.
Jesús y sus discípulos tuvieron una experiencia que pone de manifiesto que hablar de nuestra fe incluye algo más que dar estudios bíblicos o la celebración de reuniones de evangelización. Cierto día, un hombre poseído por los demonios salió corriendo de entre las tumbas para atacar a Jesús y sus discípulos. Por favor, dedique unos minutos a leer la historia completa. Se encuentra en Lucas 8:27-39. Me gustaría que centrara su atención en el versículo 39.  Después de ser curado, el hombre quería ir con Jesús y dar testimonio en su favor; en otras palabras, quería hablar de su fe. Entonces Jesús le indicó cómo. Le dijo: «Vuélvete a tu casa y cuenta cuan grandes cosas ha hecho Dios contigo». Jesús no dijo: «Vete a tu casa y cuéntales que los cerdos se arrojaron al lago o que sus dueños estaban asustados». Al contrario, le dijo al hombre que fuera a su gente y que les explicara lo que Dios había hecho por él.
Lo ve, ¿verdad? Hablar de nuestra fe incluye algo más que la celebración de reuniones de evangelización o dar estudios bíblicos. Incluye decir a otros lo que Jesús ha hecho por nosotros. Es importante conocer la verdad y hablar de ella a los demás, pero es igualmente necesario que digamos no solo lo que Jesús ha hecho, sino lo que está haciendo ahora en nuestras vidas.
Si alguien le preguntara hoy lo que Jesús ha hecho por usted, ¿qué le diría?  Piense en ello y, siempre que pueda, hable de su fe. Diga a otros qué hace Jesús por usted. Basado en Lucas 8:27-39

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

sábado, 28 de julio de 2012

PREPÁRATE PARA ESTO


«Está bien —me respondió—, te doy permiso para que hornees tu pan con excremento de vaca» (Ezequiel 4:15. NVI).

Tenemos que caminar con cuidado porque el versículo de hoy nos habla de excremento de vaca. ¿Cómo es que Dios habla de excremento de vaca en la Biblia? Él estaba tratando de enseñarle a Israel una lección importante, y aunque no lo creas, hasta el excremento de vaca puede servir para eso.
Como te darás cuenta, el pueblo de Dios había desobedecido de nuevo. Los israelitas solían hornear su pan en hornos de leña, pero un ejército estaba rodeando la ciudad y nadie podía salir a buscar la madera. Lo único que quedaba era excremento de vaca. La verdad, a mí no me gustaría usar excremento de vaca para hornear mi pan, pero si me estuviera muriendo de hambre seguramente lo haría.
A Dios no le gusta regañar pero a veces debe enseñarle lecciones a su pueblo. A pesar de que él a veces nos corrige, siempre nos da lo que necesitamos. Él nunca nos dejará pasar hambre, aunque no siempre nos dé lo que más nos gusta. Estoy muy agradecido porque Dios nos enseña las lecciones importantes de la vida y porque él siempre suple nuestras necesidades.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

AFERRADAS DE DIOS


Porque yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes –afirma el Señor-, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza (Jeremías 29:11 NVI).

Ante todos los percances que precedían a nuestro viaje, debo admitir que en determinado momento dejé de orar para que mi esposo nos acompañara. Me conformé con la decisión que él había tomado. Sin embargo, mi hijo exclamó: «Mamá, yo voy a seguir orando para que mi papá venga con nosotros». ¡Qué reprensión para mi falta de fe! Decidí entonces comenzar de nuevo a orar con nuestro hijo.
En el momento en que las personas y los planes nos fallan y nuestra fe es probada debemos recordar que no estamos solos. Dios también usó a mi esposo para hacerme recordar otra hermosa promesa: «¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra. Mi carne y mi corazón desfallecen; más la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre» (Sal. 73:25-26). ¡Qué Dios tan amante tenemos! Permitamos que nuestro precioso Salvador nos tome en sus brazos y nos guíe obrando en nuestras vidas un verdadero milagro.
El domingo, antes de emprender aquel largo viaje para asistir al retiro familiar, mi esposo nos dio una maravillosa noticia durante el culto de la mañana. Nos informó de que podría ir con nosotros al campamento familiar.  El Señor permitió que su trabajo se interrumpiera durante una semana, el tiempo exacto que necesitábamos para la travesía.
Por otro lado, el gato mejoró y no tendría que ser operado. Un buen amigo se ofreció a cuidar de nuestros animales y del jardín y el martes por la mañana, precisamente el día de nuestra partida, un amigo de mi esposo nos ayudó a conseguir el remolque que necesitábamos.  Nuestra fe fue probada, y las dificultades por las que pasamos nos hicieron valorar y apreciar más la ayuda divina.  Disfrutamos muchísimo del campamento y recibimos grandes bendiciones espirituales.
Querida amiga, no olvides que en cualquier circunstancia Jesús es nuestra fortaleza y apoyo. Como David, debemos decir: «Enséñame, Jehová tu camino» (Sal. 86:11).

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Sherie Lynn Vela

EL APLAUSO POPULAR


Esfuérzate por presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse. 2 Timoteo 2:15, NVI

Si te ofrecieran tomar una droga que te garantizara una medalla de oro en los Juegos Olímpicos, a sabiendas de que esa misma droga te matará al cabo de cinco años, ¿la tomarías? Imagino que tu respuesta es un no rotundo. Eso es lo que yo también respondería.
Según informa Roy Adams, en un editorial de la Adventist Review («Take what you get», 27 de noviembre de 2008, p. 6), se le hizo esta pregunta a un grupo de atletas estadounidenses. ¡Alrededor de un cincuenta por ciento de los encuestados respondió afirmativamente! Estarían dispuestos a consumir una droga que les garantizara la medalla de oro, aunque esa droga les asegurara la muerte al cabo de cinco años.
¿Es que nos estamos volviendo locos o qué?
Quizás la explicación a esta locura hay que buscarla en el exagerado culto a la personalidad que reciben las súper estrellas del deporte y del espectáculo. Son idolatrados por las multitudes y reciben millones de dólares por exhibir sus habilidades y destrezas.
Peor aún, se les perdonan sus excesos, sus desaires e incluso sus pecados. Un buen ejemplo lo encontramos en el caso de Tiger Woods, el mejor golfista del mundo. Cuando salieron a relucir sus «travesuras» sexuales y la descarada infidelidad hacia su esposa, un periodista de la cadena ESPN preguntó a un analista deportivo que debía hacer Woods para que el público lo perdonara. La respuesta del analista no pudo ser más ilustrativa. Parafraseo sus palabras: «Para ganar nuevamente el favor del público, Tiger tiene que volver a ganar. Recordemos el caso de Alex Rodríguez. Hace poco el público lo condenó por usar sustancias prohibidas, y al poco tiempo lo aplaudió por contribuir al triunfo de los Yanquis de Nueva York en la serie mundial [de 2009]».
Es decir, el público perdonará lo malo que la celebridad haga siempre y cuando triunfe en el mundo del espectáculo. ¡Qué escala de valores tan torcida!
Apreciado joven, estimada jovencita, no te dejes cautivar por el aplauso popular, ni por las promesas de fama, dinero y placer que el mundo ofrece. Nada en esta vida supera el gozo de la obediencia y la paz de una conciencia limpia. Nada se compara con el aplauso de Dios.
Padre mío, ayúdame a vivir hoy para agradarte a ti, no al mundo.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

EL CRISTIANO Y LA ROPA


«Vuestro atavío no sea el externo [...], sino el interno, el del corazón, en el incorruptible adorno de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios» (1 Pedro 3:3,4).

Es interesante observar que la primera consecuencia del pecado fuera que Adán y Eva se sintieran desnudos (Gen. 3:4) y que el primer acto de redención de Dios consistiera en la confección de unas sencillas vestiduras. En cierta ocasión, Jesús y sus discípulos cruzaron el Mar de Galilea para dirigirse al país de los gadarenos. Cuando pusieron pie en tierra, un hombre que estaba poseído y andaba desnudo, corrió hacia ellos. Jesús sanó de inmediato al hombre y, cuando la gente vino a ver lo que había sucedido, lo encontraron sentado a los pies de Jesús, vestido y en su sano juicio (Luc. 8:27-35).
Como bien puede ver, esta historia y la de Adán y Eva tienen que ver con la desnudez. En ambos casos, cuando se presentaron ante Dios, volvieron a estar vestidos.
Parece que últimamente ha aumentado la tendencia a la indecencia y la falta de modestia, tanto en la ropa femenina como en la masculina. Incluso se hace evidente en la ropa infantil. Lo que en un niño pequeño se podría considerar «gracioso», en un adolescente resulta falta de modestia. Los seguidores de Cristo tendrían que escoger el vestuario como si estuvieran ante Dios, cosa que, no olvidemos, es así.
Nuestra indumentaria nos identifica. Las fuerzas armadas de cualquier país tienen uniformes, así como las industrias y los negocios. Con ellos identificamos a las personas con el trabajo que desempeñan. Nuestra forma de vestir puede indicar nuestra ocupación; por eso el cristiano no debe vestirse imitando a quienes se les atribuye una baja condición moral. Aunque las estrellas de cine o los grupos de rock tengan el derecho a vestirse como les parezca, los que hemos aceptado el compromiso de Cristo no nos debemos identificar con ellos permitiendo que nos indiquen nuestra forma de vestir.
En resumen, los cristianos no adornamos un cuerpo que, tarde o temprano, envejecerá, sino que oramos para que nos adorne un carácter hermoso que jamás perecerá. Basado en Lucas 8:27-35

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

viernes, 27 de julio de 2012

COMO DOS ARVEJAS EN SU CASCARA


«Toma en seguida un poco de trigo, cebada, mijo y avena, y también habas y lentejas; mézclalo todo en una sola vasija y haz con ello tu pan. Eso es lo que comerás durante los trescientos noventa días que estarás acostado sobre el lado izquierdo» (Ezequiel 4:9).

¿Alguna vez has comido lentejas? Probablemente has probado guiso de lentejas o sopa de lentejas. A mí me gustan mucho. Si las cocinas con ajo quedan deliciosas y son muy saludables.
¿Sabes de dónde salen las lentejas? Camina hacia acá y te lo mostraré. Las lentejas salen de una planta de unos 30 centímetros de alto. Las semillas de esta planta, que son las que nos comemos, nacen en parejas dentro de unas pequeñas cascaras que crecen en esta planta. En Estados Unidos usamos una frase que dice: «Ustedes son como dos arvejas en su cascara». Las lentejas pertenecen a la misma familia de las arvejas, así que tal vez quien creó la frase estaba refiriéndose a las lentejas. La frase significa que dos personas son muy amigas o que se parecen mucho.
¿Tienes un mejor amigo o amiga? Si es así, ¿por qué no le expresas hoy tu aprecio y amor? Si no tienes un mejor amigo o amiga tú puedes serlo para alguien que realmente lo necesite. Te darás cuenta de cuan divertido es ser «como dos arvejas en su cascara».

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

ASIDOS DE SU MANO


En el día que temo, yo en ti confío (Salmo 56:3).

Habíamos decidido asistir a un campamento familiar que se celebraría en un estado vecino. Fue en el transcurso de las dos semanas previas al viaje que mi esposo nos dio la triste noticia de que no podría acompañarnos. Eso significaba que una amiga y yo tendríamos que manejar solas desde California hasta el estado Washington, algo que yo no deseaba hacer.
Otro problema fue que una semana antes del viaje nuestro gato se fracturó las patas traseras. ¡Y solamente faltaban siete días para el viaje! Aquella misma semana mi madre perdió su trabajo y mi padre fue hospitalizado. El viernes antes del viaje descubrimos que el remolque de alquiler que utilizaríamos para transportar el equipaje tenía que haber sido solicitado con una semana de anticipación. Para colmo, era un fin de semana largo y todo iba a estar cerrado hasta el martes, el día que supuestamente íbamos a salir.
Conforme enfrentaba cada una de aquellas dificultades me di cuenta de que únicamente tenía dos opciones: depender completamente de mi Padre celestial y asirme de su brazo, aun cuando todo parecía incierto, o angustiarme, abandonando toda esperanza. Yo me decidí por la primera. Hoy reconozco que Dios estaba usando aquellos percances con el fin de desarrollar mi fe en él.
No me fue fácil creer y confiar en aquellas circunstancias. ¿Podría Dios hacer un milagro por nosotras? Alabado sea el Señor porque, sin tomar en cuenta nuestra incredulidad, nos ayudó. En medio de todo me vino a la mente su hermosa promesa: «Amados, no os sorprendáis del fuego de la prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciera. Al contrario, gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con alegría» (1 Ped. 4:12-13).
«Las pruebas y los obstáculos son los métodos de disciplina que el Señor escoge, y las condiciones que señala para el éxito. El hecho de que somos llamados a soportar pruebas demuestra que el Señor Jesús ve en nosotros algo precioso que quiere desarrollar. Lo que él refina es mineral precioso» (El ministerio de curación, p. 373).
Recordemos siempre el consejo del salmista: «Echa sobre Jehová tu carga y él te sostendrá» (Sal. 55:22).

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Sherie Lynn Vela

UNA DOSIS DE PROPIA MEDICINA


¡El Señor todopoderoso está con nosotros! ¡El Dios de Jacob es nuestro refugio! Salmo 46:11.

El siguiente relato nos viene de los inicios de la obra adventista en Colombia y tiene como protagonista al Pr. Max Trummer. Puedes leer los detalles de esta historia en Soldados de la cruz, de Wilma de Westphal (pp. 95-101).
Se encontraba el Pr. Trummer en los valles del sur de Santander, viajando a lomo de mula hacia una aldea llamada Chicacuta. Su propósito era predicar el evangelio de Jesucristo, como lo había hecho en muchos otros lugares de ese gran país suramericano, aunque sabía perfectamente que arriesgaba su vida a cada paso.
Los prejuicios religiosos en esa época estaban tan arraigados, que un dirigente de la iglesia popular de la zona contrató los servicios de un tal Antonio Moreno para que asesinara a Trummer. Moreno, a su vez, encargó la siniestra misión a tres criminales. La oportunidad de oro se les presentó a los tres antisociales una tarde, cuando el pastor viajaba por una zona montañosa, a unos cinco kilómetros de Chicacuta. Para su satisfacción, el pastor venía solo. Lo vieron descender por una loma, y luego lo perdieron de vista por unos instantes.
Entonces sucedió algo inesperado. Cuando apareció de nuevo a la distancia, el pastor Trummer estaba acompañado por un pelotón de soldados. Los criminales quedaron petrificados. No entendían de dónde ni cómo habían aparecido tantos soldados. Por las características del lugar donde se encontraban no podían huir, de manera que se quedaron allí, mientras el pastor pasaba frente a ellos y los saludaba cordialmente. Como no entendían bien qué había sucedido, los criminales a sueldo concluyeron que el pastor tenía mucha influencia en el ejército.
Días más tarde el pastor supo por qué los tres hombres a quienes saludó en el camino estaban tan nerviosos. Se había divulgado la noticia de que el pastor Trummer estaba protegido por un batallón de soldados.
—Cuando vi a esos hombres a lo lejos —explicó el pastor—, supe que tramaban algo malo. Entonces oré a Dios pidiéndole que enviara a su ángel protector.
Y Dios respondió ¡con un ejército de ángeles!
Dice el relato que poco después Antonio Moreno, el autor intelectual del fallido crimen, murió de manera violenta, ¡a manos de los mismos tres criminales que él contrató para matar al pastor Trummer! ¡Moreno se tragó una sobredosis de su propia medicina!

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala