domingo, 3 de junio de 2012

SIEMPRE ALLÍ


«El Dios de dioses, Jehová, ha hablado y ha convocado la tierra desde el nacimiento del sol hasta donde se pone» (Salmo 50:1, RV95).

Es muy de mañana. De hecho, es tan temprano, que aún está oscuro. Escucha cómo rechinan nuestras botas al pisar.  Espera, ¿qué es ese rayo de luz? Qué hermoso. Es el Sol saliendo. Las nubes se ven de colores rojo y naranja. A mí me encanta ver la salida y la puesta del Sol. ¡Qué bello es el mundo que Dios creó!
¿Sabías que el Sol realmente no sale ni se pone? Él permanece donde está; es la Tierra la que se mueve a su alrededor.  Eso es lo que hace que parezca que el Sol se mueve. Pero algo sí es seguro: puedes contar con que verás el Sol cada día. Siempre estaré allí. Dios lo hizo así, y lo que él hace siempre permanece en su lugar
Así como el Sol siempre está en su lugar; Dios siempre está ahí para nosotros. Él siempre contestará tus oraciones, siempre cuidará de ti y siempre te amará. Es maravilloso que siempre podamos contar con Dios. Muéstrale tú también cuánto lo amas estando ahí para aquellos que te rodean, y mostrándoles su amor:

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

EL CUIDADO DIVINO


Pues a sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden en todos tus caminos. En las manos te llevarán para que tu pie no tropiece en piedra (Salmo 91:11-12).

¿Alguna vez has tratado de enumerar las ocasiones en las que Dios te ha librado de peligros? Creo que perderías la cuenta, pues las veces en que los ángeles interceden por nosotros sin que nos demos cuenta son incontables.
Deseo compartir contigo una de las experiencias más espeluznantes que recuerdo de mis aproximadamente siete décadas de vida. Muchos de esos incidentes han servido para que aumente mi confianza en el Altísimo.
Cuando tenía diez años, mi familia vivía cerca de una vía ferroviaria que atravesaba el caudaloso río Cartago, en Colombia. Una soleada mañana uno de mis hermanos y varios amiguitos decidimos salir a jugar sin permiso de nuestros padres. Muy contentos atravesamos aquel gran puente corriendo y gritando de alegría, sin darnos cuenta de que las horas pasaban.
Mi hermano y yo decidimos regresar a casa antes que el resto del grupo. Caminábamos muy distraídos contemplando el agua del río y pensando en lo elevado que era el puente donde nos encontrábamos. De repente, al mirar hacia atrás recibimos una horrible sorpresa. ¡Qué horror!  ¡Qué miedo! Aún hoy casi sesenta años después, me dan escalofríos contarlo. Una gran locomotora venía a nuestro encuentro. ¿Qué podíamos hacer? Sin pensarlo, tome a mi hermanito de la mano y como pude nos deslizamos por una de las vigas muy despacito, pues toda la estructura se estremecía por el peso de aquella máquina. Alcancé a agarrarme a una de las columnas del puente, mientras que mi hermano, que tenía ocho años, se aferraba llorando a mi cintura. Allí esperábamos no sé qué, pues en medio de nuestra angustia nos sentíamos atrapados.  Para nuestra sorpresa observamos cómo aquella majestuosa maquina se había detenido. Sin pensarlo dos veces corrimos hacia el extremo del puente dándole muchas gracias a Dios.
Querida amiga, Dios no toma en cuenta nuestra edad ni ninguna otra cosa para librarnos de cualquier mal o peligro.  Recuerda que si te sientes sola o atrapada frente a un gran problema o peligro, clama a Dios y él enviará a sus ángeles que «te cuiden en todos tus caminos».

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Graciela Londoño de Fonseca.

LO QUE NADA PUEDE SUPERAR


Acuérdate del sábado, para consagrarlo al Señor. Éxodo 20:8

Cuando Yara llegó al colegio de internado, pasó el primer día desempacando sus pertenencias y arreglando su dormitorio. Los días que siguieron los dedicó a conocer su nuevo ambiente y hacer nuevos amigos, pero cuando llegó el viernes, una sensación de nostalgia se apoderó de ella. Fue entonces cuando se dio cuenta de que no había «desempacado todas sus pertenencias».
Al ocultarse el sol, su mente comenzó a recordar los sábados en su hogar: los himnos, las lecturas de la Biblia, las oraciones de gratitud, incluso la deliciosa comida que su madre preparaba. En ese momento, habría hecho cualquier cosa por estar junto a su familia.
La joven protagonista de esta experiencia fue Yara Cerna Young, autora del libro ¡Oh, no! ¡Otra vez es sábado! En esa obra, la autora afirma que sus más tiernos recuerdos de la vida familiar giran en torno al sábado y las tradiciones sabáticas que practicaban en su hogar.
Y tú, ¿cuánto disfrutas los sábados? No sé cuánto disfrutas del día de reposo ahora mismo en tu hogar paterno, ni mucho menos qué recuerdos te llevarás cuando salgas para establecer tu propio hogar, pero quiero compartir contigo lo que en mi opinión es lo más hermoso del día sábado.
Tú ya sabes que en la semana de la creación Dios reposó en el séptimo día, lo bendijo y lo santificó (ver Gen. 2:2,3). Sin embargo, ¿te has preguntado por qué Dios apartó ese día? ¿Qué propósito tan especial tenía en mente? Sí, es verdad que lo hizo para recordarnos que él es el Creador. Pero hubo otra razón, yo diría que más emocionante. ¡Lo apartó para tener al final de cada semana una cita contigo, conmigo y con cada uno de sus hijos! Cada sábado, Dios viene a encontrarse con nosotros, por lo que tenemos que estar listos para darle la bienvenida.
¿Puede haber en este mundo una experiencia que supere en importancia a una cita con Dios? No la hay. ¡Prepárate entonces para disfrutar de esa cita este próximo sábado!   
Maravilloso Creador, gracias por apartar tiempo para estar conmigo. Quiero prepararme para nuestra cita de este próximo sábado.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

PEDIR CON FE EN LA ORACIÓN


«Respondiendo Jesús, les dijo: "De cierto os digo que si tenéis fe y no dudáis, no solo haréis esto de la higuera, sino que si a este monte le decís: '¡Quítate y arrójate al mar!', será hecho"» (Mateo 21:21).

Una anciana se ganaba modestamente la vida vendiendo sus productos por las calles de su aldea. Cuando llegaba a un cruce de calles, lanzaba un palo al aire. La dirección en la que cayera el palo sería la que ella tomaría. En una ocasión se la vio lanzar el palo al aire no una vez, sino tres. A la pregunta de por qué lo había hecho, ella respondió: «Porque las dos primeras veces cayó en la dirección hacia la que no quería ir».
Quizá usted no lance palos al aire, pero, ¿verdad que en algunas ocasiones le pide a Dios que le muestre una señal? Si es así, usted no es el único. Dios obra de manera misteriosa y, si no vemos los resultados que queremos y cuando los queremos, en ocasiones podemos angustiarnos y atemorizarnos. Elíseo, viendo que el enemigo los rodeaba a él y a su sirviente, oró para que su asustado siervo recibiera la promesa de que el Señor los protegería. Por ese motivo el siervo pudo ver con sus propios ojos que las colinas estaban cubiertas con un ejército de caballos y carros de fuego (ver 2 Rey. 6:17).
Gedeón puso a prueba a Dios al pedirle que le diera una señal específica como condición para obedecer un mandamiento divino. Al exigírsela, es seguro que estaba consciente de que estaba provocando a Dios porque su oración incluyó estas palabras: «No se encienda tu ira contra mí si hablo de nuevo» (Jue. 6: 39).
Las Escrituras nos exhortan a caminar por fe y no por vista (ver 2 Cor. 5:7).  Pedir una señal puede ser una forma de exigir que Dios revele su plan para que ni «otros podamos aprobarlo o rechazarlo. Además, si su plan no es de nuestro agrado, nos sentimos con el derecho de introducir los cambios que nos parezca para conseguir un resultado más acorde con nuestra conveniencia. Una cosa es suplicar a Dios, o incluso quejarnos, y otra muy distinta, intentar controlarlo.
Mejor sería que, en lugar de pedir señales a Dios, le pidiéramos fe para ver cómo ahora mismo él está actuando en nuestra vida. «Encomienda a Jehová tu camino, confía en él y él hará» (Sal. 37: 5). Basado en Mateo 21:18-22.

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

sábado, 2 de junio de 2012

ÁSPERO, PERO DULCE


«Mirra, áloe y casia exhalan todos tus vestidos» (Salmo 45:8, RV95).

En nuestra aventura de hoy buscaremos una planta especial llamada «casia». Mira, ahí hay una. Sé que estás pensando que no parece nada especial. De hecho, se ve como cualquier otra planta. Pero lo que quiero enseñarte de la casia es su corteza. Observa, vamos a pelarla de esta manera y ponerla a secar al sol. Una vez que se seque la moleremos y después la utilizaremos para cocinar ¿Por qué? Porque la corteza molida de la casia sabe a canela.
Muchas personas son como esta planta. Se ven un poco ásperas por fuera, como la corteza de la casia, pero por dentro son verdaderamente dulces. Tal vez te preguntas por qué actúan de esa manera tan áspera. A veces es porque otros les han hecho daño. Estas personas no quieren que eso les suceda de nuevo, así que no quieren conocer a nadie.
Tal vez tú eres la persona que Dios quiere usar para ablandar el corazón de alguien y mostrarle cuan maravilloso es el amor de Dios. Sé un siervo de Dios hoy y arranca lo áspero que hay en aquellos que te rodean. Permite que conozcan la dulzura que Dios quiere poner en sus vidas.

Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush

CRECIENDO PARA SANTIDAD


En él todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor (Efesios 1:21).

Dios tiene un plan para cada uno de sus hijos: que crezcamos hasta ser un templo santo y una morada del Espíritu Santo, perfeccionados para la obra del ministerio (ver Efe. 4:12). Necesitamos relacionarnos más estrechamente con nuestro Dios en nuestra experiencia diaria. Hemos sido llamadas a representar el carácter de Cristo y a dar evidencias de la transformación que él puede efectuar en nuestras vidas si se lo permitimos.
Reflejemos la luz que ha sido depositada en nuestro ser y mostremos los frutos de la semilla que ha sido sembrada por el Señor. Es hora de que el mundo pueda con probar la maravillosa transformación que puede ocurrir en quien se entrega a Dios. Debería existir una gran diferencia entre los que son sus hijos y aquellos que no lo son.
¿Cómo podemos ser transformadas en un templo santo?  Lo primero es conocer que el fundamento es Cristo «la principal piedra del ángulo» (Efe. 2:20). Esto significa que no debemos levantar otro fundamento que no sean Jesús y sus doctrinas. Su testimonio, su vida y sacrificio deben ser nuestro fundamento. Lo lograremos al permitir que él nos guíe a través de su Palabra y por medio del Espíritu.  De esa forma seremos edificadas en sus promesas y consolidadas en la fe. Al perseverar de manera diligente en la oración y al ser elevadas a una experiencia de santidad alcanzaremos el ideal divino.
«Hermanos y hermanas, contemplando es como somos transformados. Espaciándonos en el amor de Dios y de nuestro Salvador, admirando la perfección del carácter divino y apropiándonos de la justicia de Cristo por la fe hemos de ser transformados a su misma imagen» (Exaltad a Jesús, p. 245).
La santidad forma parte del crecimiento de nuestro templo espiritual. No podemos llegar a ser perfectas sin contemplar a Jesús; esa debe ser nuestra razón de existir.
«Por lo cual también nosotros, desde el día que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual. Así podréis andar como digno del Señor, agradándolo en todo, llevando fruto en toda buena obra y creciendo en el conocimiento Dios» (Col. 1:9-10).

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Lidia de Pastor

ES HOY, NO MAÑANA


Y ahora es el momento oportuno. 2 Corintios 6:2

Cuando yo era adolescente, soñaba con el día cuando finalmente cumpliría la mayoría de edad. Imaginaba ese mundo de los adultos como lo máximo de la vida. Y ese día finalmente llegó: ¡Era mayor de edad! Pero, ¿sabes qué? La emoción no duró mucho. Entonces pensé en lo feliz que sería al tener mi primer automóvil. Y logré tenerlo. Fue muy emocionante. Pero después de algún tiempo, la emoción pasó y fue reemplazada por otro anhelo: completar mis estudios universitarios. Y me gradué, pero la emoción también solo duró unos pocos días.
Así viví durante unos cuantos años, soñando que lo mejor de la vida estaba reservado para mí en algún momento del futuro. Pero no funcionó. No me daba cuenta de que al vivir soñando con lo bueno que traería el mañana estaba dejando de disfrutar las cosas buenas del hoy.
A estas alturas de mi vida, ya no tengo ese problema. Pero debo admitir que me hubiera gustado entender mucho tiempo antes lo que desde la antigüedad expresó el poeta romano Horacio en la conocida frase Carpe diem («aprovecha el día»). Y por supuesto, también me hubiera gustado comprender en mis días juveniles el significado de nuestro texto de hoy: «Este es el día en que el Señor ha actuado: ¡estemos hoy contentos y felices!» (Sal. 118:24).
Conclusión: lo bueno que tiene la vida es para disfrutarlo hoy, no mañana. Porque, como bien dijo Ornar el Persa:
«Hay en la vida cuatro cosas que no regresan:
La palabra dicha 
La flecha disparada
La vida pasada La oportunidad desperdiciada».
(Jacob M. Braude, Speaker's Enciclopedia of Stories, Quotations and Anecdotes [La enciclopedia de relatos, citas y anécdotas del orador], p. 271).
Por lo tanto, joven lector, HOY ES EL DÍA para... 
  • Disfrutar de tu familia, de tus amigos y para ser buen amigo.
  • Desarrollar los talentos que Dios te ha dado.
  • Recrearte sanamente practicando tu deporte favorito.
  • Brindar ayuda a alguien en necesidad.
  • Cuidar tu cuerpo y tu mente.
  • Dar lo mejor de ti en cada actividad que emprendas.

En resumen, este es el día para que disfrutes de todo lo bueno que Dios te ha dado. No dejes para mañana lo que puedes hacer HOY.
Padre celestial, agradezco todas tus bendiciones. Con tu ayuda, me propongo disfrutarías HOY.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

ENRIQUECERSE CON LA IGLESIA


«Una cosa he demandado a Jehová, esta buscaré: que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura de Jehová y para buscarlo en su templo» (Salmo 27:4).

A lo largo de toda su vida, George Müller (1805 - 1898), un predicador cristiano y coordinador de varios orfanatos en Bristol, Inglaterra, se ocupó de 10,024 huérfanos. Se hizo famoso por administrar los orfanatos únicamente por fe. Una de las reglas que su organización tenía que seguir era que jamás se pediría dinero a nadie. Los datos y las cifras relativas a las necesidades jamás tenían que ser reveladas a nadie, solo se podían manifestar a Dios en oración. Se escribieron muchos libros sobre su vida y su obra. En ellos se recogen testimonios de respuestas directas a sus peticiones verdaderamente increíbles e inspiradoras.
Por desgracia, algunos han llegado a la conclusión de que la oración puede ser una excelente herramienta para acumular riqueza. El término «apoyo de la oración» puede ser un eufemismo para hablar del apoyo financiero, ya sea un ministerio de radio o televisión o un proyecto de jóvenes de la iglesia. Seguro que ha escuchado estas palabras (o algunas similares): «Como todos ustedes saben, nos encontramos ante una empresa que solo se puede llevar adelante por fe. Para suplir todas nuestras necesidades, solo confiamos en Dios; porque ustedes, su pueblo, son generosos para prestar su apoyo a un proyecto que permite que, con una inversión de cincuenta mil dólares a la semana en nuestro programa, el evangelio alcance a millones de personas».
Evidentemente, pedir dinero no es nada malo.  Sin embargo, pretender que el ministerio se sostenga únicamente por la fe en Dios al tiempo que se emplea una descarada estrategia publicitaria es, cuando menos, una contradicción.
Además de que la casa de oración de Dios es utilizada con fines económicos, de manera implícita, se les dice a las masas que pueden enriquecerse con la oración. Me hablaron de un empresario cristiano que pedía dinero para construir un rascacielos de oficinas y estudios de televisión. Prometió a sus oyentes que sus «bendiciones» se multiplicarían por treinta si oraban; por sesenta si oraban y daban dinero; y por cien si oraban, daban dinero y lo hacían rápido.
Se pide a la gente que ore: «Señor, bendíceme... haz que prospere... dame…»  Algunos de estos maestros sugieren que Jesús vestía con ropa de diseño.  ¿Por qué, si no, los soldados se repartieron su ropa a suertes?
Debemos poner sumo cuidado en no tratar de usar la oración para satisfacer nuestros deseos egoístas. Basado en Mateo 21:12-16

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill