jueves, 14 de enero de 2010

LA IRA DE DIOS

La ira de Dios viene revelándose desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los seres humanos, que con su maldad obstruyen la verdad (Romanos 1: 18).

El nuevo testamento afirma repetidamente que el amor de Dios dio lugar a la expiación, que trajo como consecuencia la muerte de Cristo. Pero, ¿por qué tenía Cristo que morir para lograr la expiación? Ciertamente, un Dios sabio y supremo debía tener otros recursos a su disposición que no contemplaran necesariamente la muerte de Cristo.
El apóstol Pablo nos enseña que Dios está airado contra el pecado. Aunque el amor que tiene por el hombre lo lleva a salvarlo, de ninguna manera puede pasar por alto la transgresión, porque Dios también es justo. La ira del Señor es la reacción de su santidad ante el pecado. Él es juez de toda la tierra, y, como tal, debe ser justo. La justicia divina no puede ser burlada (Gal. 6: 7). El pecador debe recibir el pago de su pecado.
Pero aquí encontramos la sutil unión entre el amor de Dios y su justicia. Su justicia demanda la muerte del pecador; pero su amor encuentra una manera legal de salvarlo. La necesidad de la muerte de Cristo está inspirada en el amor de Dios, y requerida por su justicia.
Dios eligió a Cristo para que muriera en lugar del pecador. Sobre Cristo recayó el peso de la justicia divina. Al hacerlo, Dios cumple su justicia y, al mismo tiempo, se revela como un Dios de amor.
Eso no significa que la muerte de Cristo convierta la ira de Dios en amor. No es que Dios el Padre es un ser vengativo, iracundo, y Cristo un ser bueno, perdonador. De ninguna manera. El amor de Jesús es el amor de Dios, y viceversa. La idea de que la muerte de Cristo aplacó la ira de Dios, como si esta fuera un sentimiento, es una perversión del evangelio. Su ira, que no es un sentimiento, se descargó sobre Cristo, que murió bajo la ira de Dios. La ira de Dios es aversión por el pecado. Pero ese mismo Dios que odia el pecado, ama al pecador. Por eso proveyó a su amado Hijo. Creo que deberíamos exclamar, ¡gracias a Dios por su don inefable!

Tomado de Meditaciones Matinales para Adultos
“El Manto de su Justicia”
Autor: L Eloy Wade C.

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