domingo, 6 de marzo de 2011

SIEMBRA Y COSECHA (PARTE 3)

Todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Calatas 6:7.
Ayer hablamos de la ley de la siembra y la cosecha y cómo las decisiones y acciones de la vida tienen un efecto sobre nuestro futuro. En el día de hoy veremos el tema desde otro ángulo: cuando los frutos ya están para cosechar.
Todavía recuerdo a una mujer que conocí en ciertas reuniones de Semana Santa. Al terminar los días de predicación, fui a visitarla, porque había solicitado un curso para estudiar la Biblia. En el transcurso de la conversación conocí su historia: Había sido adventista hasta los 17 años, luego los amigos y la falta de apoyo familiar hicieron que se alejara de la iglesia. Fuera de ella conoció a un joven, un buen hombre, responsable, trabajador, pero que no tenía a Cristo en su corazón.
Después de casarse, ella intentó volver a la iglesia y procuró que él también la acompañara, pero por desgracia él no aceptó lo bueno que le daba la iglesia sino que miró sus errores y se aferró de ellos para rechazarla. Pasaron los años y vinieron los hijos, hijos que por un lado tenían la influencia de una madre que procuraba llevarlos a Dios, pero por otro lado un padre que criticaba todo lo que ellos aprendían. A esta altura él conoció a otra mujer, porque su esposa, con el arduo trabajo de criar cuatro hijos, no le daba el placer sexual que él procuraba encontrar en su pareja.
Fue en esa instancia cuando la conocí, destruida emocionalmente, con su autoestima arruinada y sintiéndose muy desdichada. Con lloros y lamentos ella señalaba que su vida era un reino de infelicidad, y llorando casi a los gritos me preguntaba: "¿Qué hice mal, pastor? ¿Cuál es la culpa que tengo que pagar para dejar de sufrir así?"
No le di la respuesta que tenía en mi mente, porque a esta altura ya estaba todo hecho. La Biblia nos advierte a través del versículo de hoy: "Todo lo que el hombre sembrare, eso también segará". Ella había comenzado a "sembrar" junto a un incrédulo a causa de las decisiones que había tomado en su juventud. Esa siembra que ignoraba el principio bíblico de no unirse en yugo ton los incrédulos (ver 2 Cor. 6:14), con los años dio sus frutos, frutos de amargura y dolor que ahora eran imposibles de ignorar.
Por la merced de Dios cada día tomas decisiones que mostrarán su resul-i.ido en el futuro. Cada día tienes la oportunidad de decidir qué siembra realizarás en los campos de tu vida, que luego darán su fruto. Por eso, antes di- tomar cualquier decisión, consulta la Palabra de Dios.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuela

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