miércoles, 30 de noviembre de 2011

ENSEÑANDO A CAMINAR A LOS "RECIÉN NACIDOS"

Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; sobre ti fijaré mis ojos. Salmo 32:8.

Mientras viví en casa de mis padres, ellos nunca tuvieron un automóvil. Con el paso de los años vi que eso me traía problemas, porque al llegar a los 18 años mis amigos ya sabían manejar mientras yo todavía no lo hacía. A los 23 años se me presentó una oferta laboral nada despreciable, pero para aceptar el trabajo tenía que saber manejar. Realmente no sabía cómo resolver la situación, así que recurrí a un gran amigo, Gabriel, para que me enseñara a conducir un vehículo. El domingo anterior a comenzar a trabajar, Gabriel llegó con su auto después del mediodía y me llevó a un parque que no es muy transitado.
Allí me dio el volante y me enseñó paso a paso todo lo que debía saber para conducir prudentemente. Luego, una vez que supe acerca de la puesta en marcha y la conducción, sacó una mochila y una bolsa, las colocó en la calle y me enseñó a estacionar con una sola maniobra. Durante horas tuve que repetir una y otra vez el mismo movimiento, hasta que finalmente él consideró que ya era suficiente. Luego de ir a comer alguna merienda a mi casa, Gabriel me dijo que teníamos que ir al centro para demostrar lo aprendido. Ese domingo, el centro de la ciudad estaba atestado de autos, así que para mí fue todo un desafío conducir en esas calles.
Lo más importante ocurrió el lunes, cuando mi jefe me dijo: "Ahora, David, tienes que hacer la repartición en la camioneta". Con mucho nerviosismo comencé a realizar mi labor, pero con alegría puedo decir que nunca más olvidé las lecciones dadas por Gabriel. Hasta hoy, hay frases de él que llevo a la práctica cuando conduzco mi propio automóvil.
Espiritualmente ocurre algo similar. Muchos ingresan a la iglesia y no saben cómo conducirse en ella. Es posible que lleguen con vestimenta poco apropiada, con adornos en su rostro y su cuerpo, y hasta con un lenguaje impuro. Jamás debemos criticar a estas personas. Por el contrario, así como lo hizo Gabriel conmigo, debemos con paciencia enseñarles "el camino en que deben andar". La liturgia eclesiástica, cómo orar y leer la Biblia, cómo vestirse, cómo hablar, el estilo de vida adventista, todo debe ser enseñado con paciencia a esos "niños" espirituales.
La iglesia debe contribuir al desarrollo espiritual de sus miembros, y en la tarea de enseñar crecen juntos maestro y alumno. Permite que Jesús sea tu Maestro y tu Guía, y sé su instrumento al enseñar a otros acerca de su amor.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel

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