jueves, 12 de enero de 2012

EL RUIDO DE LA CARRETA

El inteligente no hace alarde de su saber pero el necio hace gala de su estupidez. Proverbios 12:23.

¿Por qué será que la persona que más sabe es la que menos publica sus conocimientos, y la que menos sabe es la que hace más ruido? La respuesta la ilustra de manera muy simpática el siguiente relato.
Se cuenta que un joven caminaba con su padre cuando se detuvieron en una curva. Después de un pequeño silencio, el padre preguntó al hijo: —Además del canto de los pájaros, ¿escuchas algo más? Durante algunos segundos el muchacho se concentró en los ruidos del ambiente y luego respondió:
—Estoy escuchando el ruido de una carreta.
—Correcto —dijo el padre—. Es una carreta vacía.
—¿Cómo sabes que está vacía, si no la estás viendo? —preguntó el joven.
—Es muy fácil saberlo. Cuando una carreta está vacía hace mucho ruido. Y cuanto más vacía está, tanto mayor es el ruido que hace.
Cuenta el jovencito de la historia que nunca olvidó la lección de su padre. Cada vez que veía que alguien hablaba demasiado o hacía alarde de sus conocimientos, le parecía escuchar otra vez la voz de su padre que le decía: «Cuanto más vacía la carreta, tanto mayor es el ruido que hace».
Quizás no hay mejor ejemplo de «la carreta vacía» que el de los líderes religiosos del tiempo de Cristo. A ellos sí les gustaba hacer ruido. Cuando ayudaban a un necesitado, lo publicaban a los cuatro vientos. Les gustaban las oraciones largas y en público, para que la gente los viera. Y cuando ayunaban ponían caras largas y desfiguradas, para que la gente admirara la piedad de ellos (ver Mat. 6: 2, 5, 16). ¿A quiénes impresionaban con sus alardes? A nadie. La gente los conocía bien. Y el Señor Jesús los llamó «hipócritas» (vers. 2, 5, 17).
Tú tampoco te dejes impresionar por esas «carretas vacías». Las vas a encontrar en todas partes. Quieren exhibir su «sabiduría», pero lo único que logran es hacer gala de su estupidez. Y por supuesto, no incurras tú mismo en ese error.
Tarde o temprano, la gente se dará cuenta de tu verdadero valor. Por lo tanto, no te afanes en exhibirlo. Que tu mayor anhelo sea ser semejante en carácter al Señor Jesús. Y tu mayor gloria, vivir para alabarlo.
Señor, permíteme vivir para alabarte, y que tus leyes me sostenga [Sal. 119; 175, NRV]

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

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