jueves, 5 de enero de 2012

UN LLAMAMIENTO AL ARREPENTIMIENTO

«Así que, arrepentíos y convertíos para que sean borrados vuestros pecados» (Hechos 3: 19)

Si alguna palabra ha desaparecido casi por completo de la predicación y de la vida de muchos creyentes, esa es «arrepentimiento». A muchos no les gusta oírla porque implica que somos responsables de lo que hacemos.
Sin embargo, si hubiéramos estado junto al Jordán, escuchando a Juan el Bautista, nos habríamos dado cuenta de que el suyo era un llamamiento al arrepentimiento. Juan no era el único en llamar al arrepentimiento. Jesús mismo comenzó su ministerio llamando al arrepentimiento. «Desde entonces comenzó Jesús a predicar y a decir: "¡Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado!"» (Mat. 4: 17). Y ahí no acabó el llamamiento. En Pentecostés, después de que el Espíritu Santo descendiera sobre los discípulos, Pedro predicó: «Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo» (Hech. 2:38). Tenga en cuenta que el arrepentimiento es condición indispensable para recibir el Espíritu Santo.
Más tarde, al fin de la Edad Media, Dios hizo que un fraile se levantara como líder de la Reforma protestante; ese hombre fue Martín Lutero. Con el fin de pagar la construcción de la basílica de San Pedro en Roma, el papa León X encargó a Johann Tetzel, un sacerdote, que vendiera indulgencias plenarias a la gente. Estas indulgencias concedían al pueblo perdón completo de sus pecados. Cuando, más tarde, los que las habían adquirido acudían a confesarse, presentaban la indulgencia y alegaban que ya no necesitaban arrepentirse de sus pecados. Por esa razón, el 31 de octubre de 1517 Lutero clavó sus 95 tesis en la puerta de la iglesia del castillo de Wittenberg, en Alemania. Observe que las tres primeras tesis hablan explícitamente de la cuestión del arrepentimiento:
  1. Nuestro Señor y Maestro, Jesucristo, [...] quiso que toda la vida de los creyentes fuera penitencia.
  2. Esta palabra no puede ser entendida en el sentido de la penitencia sacramental; es decir, la confesión y la satisfacción, que es administrada por los sacerdotes.
  3. Sin embargo, el vocablo no apunta solamente a una penitencia interior; antes bien, una penitencia interna es nula si no obra exteriormente diversas mortificaciones de la carne.

Durante los próximos días aprenderemos más sobre el arrepentimiento. Además de pensar en su significado y su importancia, lo invito a que lo experimente de manera renovada. (Basado en Mateo 4: 19)

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

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