miércoles, 4 de abril de 2012

¿COMERCIANTE DE LA MUERTE?


Sírvanse los unos a los otros por amor.  Gálatas 5:13

Seguramente has escuchado hablar de los premios Nobel, que cada año se otorgan a personas que hacen una contribución significativa al bienestar de la humanidad en varias disciplinas del saber (Física, Química, Medicina, Literatura) y en el área de la paz mundial. El creador de estos premios fue Alfred Nobel, un químico sueco que inventó la dinamita. ¿Sabes cómo nació la idea en su mente?
Se cuenta que un día de 1888, Alfred revisaba la sección de obituarios de un periódico francés, en busca de la reseña de la muerte de su hermano Ludvig. Su sorpresa fue mayúscula cuando se dio cuenta de que el diario reseñaba, no el fallecimiento de su hermano, sino el suyo. Para colmo de males, lo que se decía de él no era como para sentirse orgulloso. Por haber inventado la dinamita, el obituario decía: «Ha muerto el comerciante de la muerte».
«¡El comerciante de la muerte! ¿Es así como la gente me recordará?», se preguntó Nobel. Lo más cruel del asunto es que él inventó la dinamita como un medio para evitar las guerras. Razonó que la existencia de un explosivo tan poderoso podía servir de freno en los conflictos bélicos entre las naciones.
Ya sabemos que no lo logró. Para no pasar a la historia como «el comerciante de la muerte», Nobel dedicó el resto de su vida a la creación de un fondo para premiar a quienes hicieran las mayores contribuciones al bienestar de la humanidad.
Y tú, ¿cómo quisieras que la gente te recordara?
Esfuérzate, no por ser grande, sino por ser útil. Que tu influencia convierta en mejores personas a todos los que tengan trato contigo. Que la gente te recuerde, no por tus logros académicos o profesionales, sino por haber sido fiel a Dios, obediente a tus padres, leal a tus amigos, generoso con el necesitado, perdonador con tus enemigos.
¿No fue este, acaso, el ejemplo que nos dio el Señor Jesús?
Ayúdame, Señor, para ser un agente de cambio positivo dondequiera que me encuentre hoy.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

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