martes, 17 de abril de 2012

COMPLETOS Y «SIN COSTURAS»


Con el misericordioso te mostrarás misericordioso, y recto para con el hombre íntegro. 2 Samuel 22:26, RVQS

Hoy están de moda los alimentos integrales: arroz integral, trigo integral, pasta integral, galletas integrales, tortillas integrales, helados... No, todavía no hay helados integrales.
¿Por qué tanto alboroto con lo «integral» ? Porque la gente hoy quiere alimentos que sean completos. Pero no es de alimentos sino de la integridad personal que hablaremos hoy. A diferencia de los alimentos integrales, que son muy populares, la integridad personal hoy no está muy de moda. No sé de ningún joven que gane millones de dólares solo por ser íntegro. En cambio sí sé de atletas y artistas que, sin ser íntegros, ganan en un mes de trabajo lo que ni tú ni yo ganaremos trabajando toda la vida.
¿Vale la pena, entonces, ser íntegro? Definitivamente sí, porque la integridad tiene que ver con un tesoro más valioso que todo el dinero del mundo: el carácter. Y el carácter es lo que somos (no lo que aparentamos ser), como producto de la integración armoniosa de tres importantes componentes: saber lo bueno (conocimiento moral), desear lo bueno (sentimiento moral) y hacer lo bueno (conducta moral).
El profesor Thomas Lickona ilustra la integridad del carácter con el caso de Andy, un joven que ganaba buen dinero trabajando con un señor que afinaba pianos. A pesar de que disfrutaba de su trabajo, Andy enfrentó un serio dilema cuando se dio cuenta de que su jefe engañaba a sus clientes. Les decía que sus pianos debían ser afinados cuatro veces al año, pero en algunas de esas sesiones solo fingía que los afinaba. Cuando Andy se dio cuenta de la estafa, se indignó tanto que renunció al trabajo y luego notificó a los clientes que su ex jefe los estaba robando (Educating for Character [Educación para el carácter], pp. 51, 52).
¿Actuó Andy de manera íntegra? Sí, porque reconoció el fraude (conocimiento moral), se indignó ante la situación (sentimiento moral) y renunció al trabajo (conducta moral). Esto es ser íntegro. Es decir, completo, «sin remiendos ni costuras». Y un carácter íntegro no tiene precio. De hecho, es el único tesoro que podemos llevar con nosotros al cielo.
¿Cómo responderás a las tentaciones y desafíos que enfrentarás hoy? Dios espera, no solo que sepas reconocer lo correcto, sino que lo hagas «aunque se desplomen los cielos».
Padre celestial, ayúdame a ser íntegro y completo, como tu Hijo Jesucristo.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

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