martes, 17 de abril de 2012

EL AMOR QUE PERDURA


Si Jehová no edifica la casa, en vano trabajan los que la edifican; no guarda la ciudad en vano vela la guardia. (Salmo 127:1).

A responsabilidad más importante que tienen los padres creyentes consiste en llevar a sus hijos al conocimiento de Jesús. El culto familiar contribuye a edificar familias sanas y a desarrollar una relación muy significativa con Dios y con nuestra familia.
Elena G. de White dice: «Debéis enseñar a vuestros hijos a ser bondadosos, serviciales, accesibles a las súplicas y, sobre todo lo demás, respetuosos de las cosas religiosas, y deben sentir la importancia de los requerimientos de Dios. Se les debe enseñar a respetar la hora de la oración; se debe exigir que se levanten por la mañana para estar presentes en el culto familiar» (Conducción del niño, cap. 78, pp. 508-509).
Proveer un buen fundamento y una herencia espiritual a nuestros hijos requiere dedicación, tiempo, energía y mucha oración. Los hijos no deberían crear el hábito de pasar horas y horas frente al televisor, enfrascados en video-juegos o navegando por Internet.
Durante un período de vacaciones noté que mis hijos estaban dedicando demasiado tiempo a la televisión. Me arrodillé a orar para pedir la dirección de Dios. Cuando terminé, tomé el televisor, lo puse en el auto y lo llevé a un técnico, a quien le dije:
—Enséñeme cómo puedo descomponer este televisor. —¡Señora! Llevo veinte años arreglando televisores y nadie nunca me había preguntado cómo descomponer uno.
Cuando le expliqué mis motivos, se rió y me dijo: Mire usted, si le quita este fusible ya no se verá la imagen.
Así que volví con el televisor descompuesto. Mis hijos no se enteraron de lo que había hecho, únicamente se percataron de que el televisor ya no funcionaba. Luego los apunté a clases de natación, los llevaba al parque para que montaran en bicicleta, los matriculé en clases de piano.  En fin, los puse a disfrutar sanamente de sus vacaciones.  ¿Qué hice? Invertí tiempo, dinero y energía en mis niños, para acercarlos a Dios.
El mundo intenta arrastrar a nuestros hijos lejos de Dios. Amarlos significa pedir gracia divina, paciencia, fuerza y creatividad para llevarlos a él y por el camino correcto.
Tenemos una responsabilidad y un privilegio muy grande como madres.  ¡Que  Dios nos ayude a edificar  con sabiduría!

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por  Blanca Dalila R de Góngora

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