miércoles, 18 de abril de 2012

NO ES MÁS QUE UN SUEÑO


«Y nuestra esperanza respecto de vosotros es firme, pues sabemos que así como sois compañeros en las aflicciones, también lo sois en la consolación» (2 Corintios 1:7).

Jesús siguió al padre de la niña fallecida y los discípulos fueron tras ellos. Como predicadores de su doctrina, tenían que ser testigos de los milagros del Maestro.
El pequeño grupo se apresuró a la casa del gobernador, de la que salían ya fuertes lamentos mientras la familia se preparaba para el funeral. Una vez hubieron entrado, apenas podían moverse a causa de la gente que se había agolpado. Jesús ordenó: «Apartaos».
A veces, cuando tenemos el corazón lleno de las preocupaciones del mundo, a Cristo le resulta difícil entrar. Sin embargo, cuando estamos agobiados, Cristo nos dice: «Hazte a un lado, deja espacio para el que es el Consuelo de Israel».
«Así como abundan en nosotros las aflicciones de Cristo, así abunda también por el mismo Cristo nuestra consolación» (2 Cor. 1:5).
Las plañideras se debieron preguntar por qué Jesús les pedía que se callaran. Tenían la costumbre de llorar como manifestación de respeto por el difunto. Y Jesús les dio una buena razón para callar y hacerse a un lado. «La niña», dijo, «no está muerta, sino que duerme». Entonces, en vez de llorar, la gente empezó a burlarse de Jesús. Todos en la casa sabían a ciencia cierta que la niña había muerto.
Pero Jesús conocía su poder y se había propuesto convertir la muerte de la niña en un simple sueño.
No hay mucha diferencia entre el sueño y la muerte, excepto en la duración de tiempo. Si el que es la Resurrección y la Vida dice que la muerte es un sueño, ¿quién se lo discute?
Para los que mueren en el Señor, la muerte no es más que un sueño. El sueño es una muerte corta y la muerte es un sueño largo. «Perece el justo, pero no hay quien piense en ello. Los piadosos mueren, pero no hay quien comprenda que por la maldad es quitado el justo; pero él entrará en la paz. Descansarán en sus lechos todos los que andan delante de Dios» (Isa. 57:1,2). Pero la muerte de los justos es especial, porque se la considera un sueño. Además de descansar de sus fatigas, reposan en la feliz esperanza de un nuevo y alegre despertar en la mañana de la resurrección, cuando se levantarán para una nueva vida. ¡Bendito Salvador!  Basado en Mateo 9: 18, 23-26

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

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