lunes, 3 de septiembre de 2012

«CUANTO ESTÁ LEJOS EL ORIENTE DEL OCCIDENTE»


«Porque, como la altura de los cielos sobre la tierra, engrandeció su misericordia sobre los que lo temen. Cuanto está lejos el oriente del occidente, hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones» (Salmo 103:11,12).

El hijo pródigo tenía muchos pecados que confesar. Por eso llegó a sugerir un castigo para sí: no merecía ser llamado hijo y, por tanto, estaba dispuesto a ser considerado un siervo. Sin embargo, antes de que pudiera terminar de contar su triste historia, su padre ya lo había perdonado. Así de dispuesto está nuestro Padre celestial para perdonarnos cuando demos el primer paso hacia la confesión, por pequeño que sea.
Todos los que regresan a Dios pasan por la misma experiencia del hijo pródigo. Su padre lo había perdonado a cambio de nada. Sin embargo, después de todo, el joven siguió diciendo: «Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo» (Luc. 15:21). Aunque Cristo lo haya perdonado, no dude en reconocer su pecado ante Dios.
El abrazo del padre significaba, básicamente: «Tu pecado ha desaparecido y no se hablará más de él. Nunca más te acusaré. Jamás será causa de que te ame menos. Jamás te trataré como alguien indigno y que no merece mi confianza». Cristo dice que se olvidará de nuestros pecados.
Se cuenta una fábula que habla de un cura que gozaba de mucho aprecio entre sus feligreses pero que cargaba con un pecado secreto cometido muchos años atrás. Aunque se había arrepentido, no tenía paz porque no había sentido el perdón de Dios. En su parroquia había una mujer que amaba profundamente a Dios y afirmaba tener visiones en las que conversaba con Cristo. Sin embargo, el cura se mostraba escéptico. Para ponerla a prueba, dijo:
—La próxima vez que hable con Cristo quiero que le pregunte qué pecado cometió el cura de su parroquia cuando todavía estaba en el seminario.
La mujer accedió. Unos días más tarde, el capellán le preguntó:
—Y bien, ¿la visitó Cristo en sueños?
—Sí, me visitó —respondió ella.
—¿Y le preguntó qué pecado cometí en el seminario?
—Sí.
—¿Y qué le dijo?
—Respondió: «No me acuerdo».
Esta es la extraordinaria manera que tiene Dios de tratar a los que regresan a él. Ha arrojado sus pecados tan lejos que ya ni se acuerda de ellos.  Basado en Lucas 15:11-32

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

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