sábado, 20 de octubre de 2012

GRATITUD


Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? (Mateo 6:26).

Cuando recién comenzábamos nuestro ministerio en el Amazonas, qué difíciles eran para mí los últimos días del mes, ya que el sueldo apenas nos alcanzaba y en consecuencia la despensa se veía con muy pocas opciones. Me sentía incómoda, refunfuñaba y debo reconocer que me ponía muy malhumorada. Mi esposo es una persona bastante paciente y lo único que hacía era callar. Yo sé que él también oraba, pero incluso su silencio me molestaba.
Uno de aquellos terribles fines de mes, todo estaba como siempre. Faltaban algunos días para cobrar el salario, y yo sin saber qué iba a hacer o cómo me las arreglaría para preparar la comida de ese día. Me acerqué a mi esposo que estaba leyendo, pero regresé a la cocina y le dije al Señor en voz audible y quejosa: «No le voy a decir nada, mira cómo está él de tranquilo. Yo me voy a quedar igual. Señor, resuelve tú lo que vamos a comer. No voy a preparar nada, lo dejo todo en tus manos».
¿Saben qué sucedió? A las doce del día tocaron a la puerta. Era una familia de nuestra iglesia que llegaba con un almuerzo completo, calentito y delicioso. La hermana me dijo: «Cuando terminé de preparar el almuerzo sentí unos deseos enormes de comer con ustedes y le dije a mi esposo que me trajera. ¿No les gustaría compartir los alimentos con nosotros?». Las lágrimas no me permitieron decir nada. Desde aquel día la falta de comida en casa dejó de ser un problema para mí, pues aprendí que ese era un asunto de Dios, y a partir de esa misma fecha nunca más faltó la comida en casa.
¡Qué difícil es para nosotros los seres humanos comprender que las cosas perecederas no son un problema para Dios! Él únicamente espera que tú yo confiemos en su poder y en su misericordia para solucionar nuestras dificultades temporales. Cuando lo hagamos el Señor también nos transformará y nos dará como herencia la vida eterna.
Querido Señor, gracias porque tú aprovechas nuestras necesidades para manifestarte de una manera grande y  poderosa.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Gloria Epalza de Pérez

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