sábado, 20 de octubre de 2012

¿TIENE TIEMPO?


«Nada hay oculto que no haya de ser manifestado, ni escondido  que no haya de salir a luz»(Marcos 4: 22).      

En nuestro ajetreado mundo, encontrar tiempo para la oración y la adoración personal es un reto. Aparentemente, hace años disponíamos de más tiempo para meditar y reflexionar. Por la noche, tras la puesta de sol, poco se podía hacer si no ir a dormir. Ahora, con las comodidades modernas como la luz eléctrica, la radio, la televisión y las computadoras, es más que probable que pasemos las horas vespertinas viendo las noticias o entreteniéndonos ante una pantalla. La mayoría afirma que no dispone de tiempo para la adoración.
¿Piensa usted que los únicos que tienen ese problema son los que se sientan en los bancos de la iglesia y que el clero, en cierto modo, ha conseguido vencerlo? No lo crea. En una revista religiosa se dio el dato de que un pastor promedio dedicaba solo tres minutos al día a orar (Christianity Today, 6 de abril de 1979).
Hace poco, me entristeció saber que una de mis amistades había dejado de amar a su esposa. Al parecer, se había enamorado de otra mujer. No es que yo no supiera que esas cosas suceden, pero en este caso mi amigo era una persona aparentemente consagrada que tenía la costumbre de levantarse temprano para orar con otros antes de empezar las labores del día. Cuando me enteré de lo sucedido, me pregunté cómo es posible que una persona pueda levantarse temprano y pasar un tiempo con Dios a la vez que permite que su relación con su esposa se deteriore hasta la ruptura.
Si algún momento hay en que es conveniente sacar a relucir los trapos sucios es, precisamente, mientras estamos con Dios; porque «el que oculta sus pecados no prosperará, pero el que los confiesa y se aparta de ellos alcanzará misericordia» (Prov. 28:13). Dios ya conoce el corazón. Por desgracia, es probable que mi amigo, o bien sintiera demasiada vergüenza de hablar de su problema al Señor o bien pensara que el tiempo que pasaba en oración era lo único que le importaba a Dios. Al orar también tenemos que ser sinceros con el Señor. «Nada hay oculto que no haya de ser manifestado, ni escondido que no haya de salir a luz» (Mar. 4:22). Háblele con franqueza y abiertamente.  Basado en Lucas 18:1-8.

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

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