miércoles, 3 de octubre de 2012

JAMÁS SE DÉ POR VENCIDO


«Velad, pues, orando en todo tiempo que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del hombre» (Lucas 21:36).

Hay muchos casos en los que, al parecer, Dios dijo «no» a las peticiones de los hombres y mujeres piadosos. Y, sin embargo, pasados los años, al mirar atrás, descubrimos que la respuesta, en lugar de un «no» a nuestra pequeña oración, fue un «sí» a los verdaderos deseos del corazón.
Uno de los ejemplos más evidentes recogido en las Escrituras es la oración de Moisés antes de entrar a la tierra prometida. Sin embargo, Dios tenía preparada para Moisés una respuesta que iba más allá de sus sueños más descabellados. Le permitió entrar en la verdadera tierra de promisión, la Canaán celestial; y no solo eso, sino que, alentando a Jesús, participó en la mayor manifestación de la gloria de Dios en el Monte de la Transfiguración.
Más tarde, otro gigante de la fe, el apóstol Pablo, oró pidiendo a Dios que lo sanara. La respuesta aparente a su oración fue un «no», pero el tiempo puso de manifiesto que la oración contestada fue la del corazón de Pablo (ver 2 Cor. 12:7-9).
En mi vida ha habido varios períodos en los que, desesperado, me he vuelto a Dios. Aunque a veces respondiera con un «no» a la letra de mis oraciones, está claro que sí respondió a su espíritu.
Dios contesta las oraciones de diferentes maneras. A veces, sencillamente dice «sí». Cuando esto sucede, de inmediato nuestra fe se fortalece y nos sentimos mejor. Otras veces, aunque la respuesta sea afirmativa, quizá venga con retraso o de un modo que no esperamos.
Y, seamos sinceros, hay ocasiones en que parece responder con un «no». Pero luego, mirando atrás, vemos que en realidad era un «sí».
En cierta ocasión, mientras dirigía un seminario en una reunión campestre, un matrimonio del público captó mi atención. Parecía que, mientras yo predicaba, el esposo sorbía todas y cada una de mis palabras. Tenía una sonrisa permanente en el rostro. Al cabo de uno o dos días, la esposa me explicó que su esposo se había bautizado hacía poco tiempo... ¡después de que ella orara por él durante 52 años! Lo que había parecido un rotundo «no» a las oraciones de la esposa, con el tiempo, devino en un glorioso «sí».  Basado en Lucas 18:1-8

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

No hay comentarios:

Publicar un comentario