sábado, 13 de octubre de 2012

ORE CON ALGUIEN


Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos. (Mateo 18:20)

No hay duda de que, cuando de la oración se trata, en el número está la fuerza. ¿Pero hace falta mucha gente orando para convencer a Dios de que haga lo correcto? Además de ser útil para desarrollar una relación personal y única con Dios, la oración también fue instituida para fomentar la vida comunitaria.
En última instancia, la oración pública tiene como fin llevarnos a la unidad. Antes de llevar a sus discípulos al Getsemaní, Jesús oró «para que todos sean uno; como tú, Padre, en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste. Yo les he dado la gloria que me diste, para que sean uno, así como nosotros somos uno. Yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectos en unidad» (Juan 17:21-23).

Vivimos en una sociedad centrada en el yo, Por supuesto que todos somos individuos únicos, pero parece que hemos escogido proteger y enfatizar las diferencias antes que aquello que tenemos en común. Desde el principio, el argumento de Satanás ha sido que la unidad del cielo inhibe el crecimiento personal y la autorrealización y que seguir la propia conveniencia es mucho más provechoso que trabajar para el bien común.
Hoy en día, incluso en la iglesia, se pone el énfasis en la diversidad. Aunque el intento de unirnos en la diferencia es una medida bien intencionada, el resultado es que en unos aspectos parece que está abriendo una brecha entre generaciones, sexos, razas y culturas.
Por supuesto que somos diferentes. Sin embargo, como las piezas de un rompecabezas encajan entre sí para formar un cuadro mayor, es preciso que nos veamos a nosotros mismos no como lo único que importa, sino como parte de una realidad mayor: la familia de Dios. Aunque nunca llegaremos a vernos cara a cara en todos los aspectos, es preciso que lleguemos a la unidad a pesar de nuestras diferencias. Eso se consigue mediante la oración.
En el acto de reconocer una necesidad que usted o la iglesia pueda tener, y orar por ella, yo me uno a usted. «Nadie ora como es debido si solamente pide bendiciones para sí mismo» (El discurso maestro de Jesucristo, cap. 2, p. 90). Basado en Lucas 18: 1-8.

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

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