viernes, 9 de noviembre de 2012

DIOS SABE QUÉ NOS CONVIENE


«He aquí que no se ha acortado la mano de Jehová para salvar, ni se ha endurecido su oído para oír» Isaías 59:1.

El libro de los Hechos de los Apóstoles cuenta la historia de un hombre llamado Simón (Hech. 8:9-13). Antes de convertirse al cristianismo había servido al diablo. La gente no lo sabía y pensaba que su poder venía de Dios. Cierto día que Simón vio a los discípulos obrando milagros quedó impresionado y ofreció dinero para que le diesen ese mismo poder.
Algunos sienten una fuerte atracción por los milagros y los poderes sobrenaturales. Fíjese en el número cada vez mayor de películas en las que proliferan brujas, vampiros, extraterrestres y otros personajes dotados de poderes sobrehumanos. Quienes participan de esos espectáculos pueden ser presa fácil de un engaño que los lleve a seguir al enemigo de las almas.
Por lo general, no creo que sea apropiado que pidamos a Dios que obre milagros o que nos dé alguna señal. Esto puede equivaler a decir: «Señor, si tú no haces nada por mí, yo tampoco haré nada por ti.
Luego están aquellos que, como Simón, ven un futuro económico brillante para si mismos.  Hace poco, en Internet, vi a un predicador. Básicamente, venía a decir que sus espectadores quedarían sanados si ponían las manos en la pantalla. Desde luego, también pedía a la gente que le enviara dinero.
Hace años vi a un predicador de televisión desgarrando la camisa que llevaba puesta en pedazos pequeños. Dijo a los espectadores que, si le enviaban una ofrenda, él les enviaría un pedazo de la camisa y, como resultado, sus vidas estarían llenas de milagros.
A menudo, quienes están enfermos o tienen algún problema buscan ayuda en cualquier parte. Hay muchos que, como Simón, serían capaces de sacar provecho personal haciendo negocio con el sufrimiento o los problemas ajenos. Suelen vivir en mansiones y conducen automóviles de lujo.
¿En alguna parte de la Biblia se nos dice que Jesús pidió dinero a alguien a cambio de sanarlo? ¡En absoluto! Si alguien le promete obrar un milagro, alguna señal o cualquier acto sobrenatural, recuerde la historia de Simón el mago. Otra cosa que no tenemos que olvidar es que, pidamos lo que le pidamos a nuestro Padre celestial, siempre tiene que ir acompañado por las palabras: «Hágase tu voluntad».   Basado en Juan 4:48.

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

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