viernes, 2 de noviembre de 2012

LA VIDA ETERNA


El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida. (1 Juan 5:12).

Se ha dicho en numerosas ocasiones que la muerte es un misterio, y quizá por eso mismo muchas personas encuentran fascinante todo lo que tiene que ver con la muerte o con el más allá.
Para mí, la muerte adquirió un significado muy doloroso cuando falleció mi madre en el año 2007. Sus siete hijos y muchos de sus nietos y bisnietos estuvimos a su lado antes de que pasara al descanso. Todavía creo que no debió haber muerto, y que quizá lo hizo debido a algún error de los médicos, aunque por otra parte ya tenía una edad avanzada.  Mi madre respetaba concienzudamente los principios de la reforma pro salud y solía hacer caminatas cada mañana; rebosaba energía por cada poro. Murió precisamente doce días antes de cumplir ochenta y nueve años.
La muerte de un ser amado deja un vacío inmenso que es casi imposible de llenar. Sin embargo, nos consuela leer lo que dice el Salmo 145:20: «Jehová guarda a todos los que lo aman». Esa es mi esperanza bendita, algo que trae consuelo a mi vida: la certeza de que ella resucitará el día postrero y de que estará entre esa gran multitud para pasar la eternidad con nuestro Salvador. Mientras tanto, Dios nos guarda a mí y a los míos, si permanecemos en su amor.
Jesucristo, por medio de su sacrificio, ha eliminado el dominio de la muerte, el pecado, la enfermedad y el dolor. «"Él mismo tomó nuestras enfermedades y llevó nuestras dolencias" (Mat. 8:17) para atender a todo menester humano. Vino para quitar la carga de enfermedad, miseria y pecado. Era su misión ofrecer a los hombres completa restauración; vino para darles salud, paz y perfección de carácter» (El ministerio de curación, p. 11).
Salud, restauración, salvación, eternidad, eso es lo que Jesús quiere para nuestras vidas. Como el ciervo que brama por las aguas, busquemos la vida eterna, y estemos dispuestas a que el Espíritu Santo more en nosotras para de esa forma lograr la victoria, y un día ver de nuevo a nuestros amados.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Dalia Castrejón Castro

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