viernes, 23 de noviembre de 2012

NUESTRO SALVADOR


«Encamíname en tu verdad y enséñame, porque tú eres el Dios de mi salvación; en ti he esperado todo el día» (Salmo 25:5).

En palestina, donde vivió Jesús, los pastores solían tener dos apriscos: uno en la ciudad y otro en el campo. El que estaba en la ciudad solía tener una puerta que permitía cerrarlo. El que estaba en el campo, en lugar de puerta, solo tenía una abertura en el muro. El propio pastor hacía las veces de puerta porque dormía delante de la entrada. Si algo entraba o salía, él se enteraba porque nada podía pasar sin que lo viera.
Donde quiera que estén, el Buen Pastor protege a las ovejas de Dios. Cuando salen no son tratadas como extraños, sino que tienen libertad para volver a entrar. Cuando están dentro tampoco se las encierra como intrusos, sino que pueden volver a salir libremente. Salen al campo por la mañana, por la noche regresan al redil y, durante el día, el Pastor las conduce, las alimenta y las protege.
Un guía turístico me contó que, en cierta ocasión, acompañaba, medio dormido, a un grupo de turistas que iban de Jerusalén a Jericó. Había hecho ese mismo viaje muchas, muchas veces. De repente, el autobús frenó bruscamente y lo despertó. Un pastor estaba de pie en medio de la carretera. Verá, si yo viera un autobús con 48 turistas que se me echa encima, no me quedaría tan tranquilo en medio de la carretera; pero ahí estaba él... Y las ovejas comenzaron a cruzar. No todas a la vez, sino de dos en dos o de tres en tres. No obstante, el pastor no las espantó ni las obligó a correr; sencillamente, se quedó hasta que la última oveja se encontró a salvo fuera de la calzada. Luego, siguiéndolas, se abrió paso a través del rebaño y se puso de nuevo a la cabeza, abriendo la marcha.
Así hacen los pastores. Protegen a sus ovejas. Jesús quiere ser su protector. Quiere ser la puerta de su corazón. Desde el principio, todos sus hijos han entrado por esa puerta. A través de él somos introducidos en el redil de su gracia. Muchos han tratado de entrar en el redil con ceremonias, métodos y tradiciones humanos con la esperanza de que les trajeran la justificación y la paz para con Dios. Pero la única puerta del redil es Cristo. Buen Pastor, tuyo es mi corazón. Basado en Juan 10:7-9.

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

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