sábado, 7 de abril de 2012

CINCO PASOS PARA PERDONAR


Por tanto, si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial (Mateo 6:14),

«¿Cómo podemos perdonar a aquellos que nos han herido? Existen cinco pasos», fueron las palabras del predicador de turno. Inmediatamente sentí que me embargaba una angustia y que un escalofrío recorría todo mi cuerpo. Rápidamente vinieron a mi memoria varias palabras hirientes que había escuchado meses atrás. Todavía me dolía recordarlas. Mientras escuchaba al predicador pude sentir el toque del Espíritu y le entregué a Dios mi carga. Sin embargo, al día siguiente los pensamientos negativos regresaron. El dolor y el resentimiento volvieron; pero de inmediato se los entregué a Dios para que él me diera la victoria. Con el paso del tiempo se transformaron en aprecio y cariño hacia esa persona.
¿Te has sentido lastimada o herida en algún momento de tu vida? Algunas personas y situaciones son fáciles de perdonar y olvidar, pero si nuestros sentimientos han sido heridos por un amigo o por un ser querido, será un poco más difícil lograrlo.
Las buenas nuevas son que nuestro Padre celestial conoce cada una de nuestras necesidades y desea ayudarnos a encontrar paz y sanidad. «Cualquiera sea nuestra situación, tenemos un Guía que dirige nuestro camino; cualesquiera sean nuestras perplejidades, tenemos un seguro Consejero; sea cual fuere nuestra pena, desamparo o soledad, tenemos un Amigo que simpatiza con nosotros» (Palabras de vida del gran Maestro, p. 137).
Tenemos un Padre amoroso que sabe cómo remediar nuestros dolores y penas. Dios tiene muchas formas de atraernos para que nuestros corazones puedan estar en armonía con el suyo.
Lo primero que debes hacer es orar. Habla con aquel que entiende tu dolor y tiene una respuesta para tu ira y frustración. «Su oído está abierto al clamor del alma contrita. Él conoce el primer esfuerzo del corazón para llegar a él. Nunca se ofrece una oración, aun balbuceada, nunca se derrama una lágrima, aun en secreto, nunca se acaricia un deseo sincero, por débil que sea, de llegar a Dios, sin que el Espíritu de Dios vaya a su encuentro. Aun antes de que la oración sea pronunciada, o el anhelo del corazón sea dado a conocer, la gracia de Cristo sale al encuentro de la gracia que está obrando en el alma humana» (Palabras de vida del gran Maestro, p. 162).
¡Qué Padre tan tierno tenemos! Aun antes de que comencemos a orar, él ya conoce nuestra petición y está listo para contestarnos.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Sherie Lynn Vela

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