martes, 29 de enero de 2013

EL PODER DE INFLUIR

Porque ninguno de nosotros vive para sí mismo, ni tampoco muere para sí. Romanos 14:7.

Las mujeres tenemos una extraordinaria capacidad para influir sobre los demás. Lo he comprobado en mi experiencia como madre y esposa, y creo que tú estarás de acuerdo conmigo. ¿Por qué cuando acompañamos a nuestros esposos a comprar un traje, un par de zapatos o un automóvil, el vendedor se empeña en convencernos a nosotras primero de cuál es la mejor opción? Obviamente porque conoce el poder de persuasión de la mujer, y sabe que el camino más corto para hacer una venta es convencerla a ella.
En la Biblia encontramos narraciones extraordinarias de mujeres que ejercieron una influencia poderosa. Recordemos a Jocabed; solamente tuvo a su hijo Moisés unos cuantos años bajo su tutela, pero fue suficiente para sembrar en él los principios y valores que más tarde dirigirían la vida de ese gran líder. Por su parte, Eva tenía tanto poder de persuasión que su esposo renunció al llamado que Dios mismo le había hecho, con tal de no perderla. Elena G. de White comenta: «Adán había gozado el compañerismo de Dios y de los ángeles, había contemplado la gloria del Creador. Comprendía el elevado destino que aguardaba al linaje humano si los hombres permanecían fieles a Dios, sin embargo, se olvidó de todas estas bendiciones ante el temor de perder el don que apreciaba más que todos los demás. El amor, la gratitud y la lealtad al Creador, todo fue sofocado por amor a Eva. Ella era parte de sí mismo, y Adán no podía soportar la idea de una separación. Adán resolvió compartir la suerte con Eva. Si ella moría, él moriría con ella» (Patriarcas y profetas, cap. 3, p. 40).
Sé que nosotras, las mujeres de Dios, anhelamos ser, a cada paso que damos, una fuente de bendición para los demás, y lo lograremos en la medida en que dócilmente nos dejemos influenciar por el Espíritu Santo. Lo único que necesitamos es entrega, lo demás lo hará el Señor en nosotras.
Procura que lo que digas a otros con respecto a asuntos tanto triviales como importantes, esté respaldado por un «así dice el Señor». Analiza el consejo que vas a dar, así te darás cuenta de si lo que vas a decir emana de tu egoísmo. Si así fuere, con la fuerza de Dios sella tus labios. Aprovecha tu poder para persuadir a cada persona que encuentres en tu camino para que se entregue a Dios.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

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