miércoles, 23 de enero de 2013

NO ERES UN ERROR DE DIOS

¿No se venden dos gorriones por una monedita? Sin embargo, ni uno de ellos caerá a tierra sin que lo permita el Padre; y él les tiene contados a ustedes aun los cabellos de la cabeza. Así que no tengan miedo; ustedes valen más que muchos gorriones. Mateo 10:29-31.

«No sé por qué nací, por qué Dios permitió que yo viniera a este mundo. Todo me sale mal, he llegado a pensar que Dios se equivocó al darme la vida». Estas fuerón las expresiones de una jovencita que suponía que su vida era un error del Padre celestial. Sentada frente a mí narró una serie de acontecimientos desafortunados relacionados con su existencia; a ella le parecía que nada bueno le había pasado durante sus veinte años de vida. Hija de madre soltera, su padrastro había abusado sexual y psicológicamente de ella cuando tenía siete años; a la edad de trece su madre la había abandonado, su novio la había utilizado y ahora no tenía empleo para poder satisfacer sus necesidades materiales.
Son muchas las mujeres que viven así. Se sienten «errores de Dios». No encuentran el propósito de su vida, lo que las lleva a la desesperanza. Cuando esto sucede se corre el riesgo de caer en una de las trampas más efectivas de Satanás.
No existe ningún episodio de la vida, por terrible que parezca, que nos impida formar parte de la formidable creación de Dios. Miles de seres humanos nacen diariamente y lodos por su voluntad. «Así dice el Señor, tu Redentor, quien te formó en el seno materno» (Isa. 44:24).
Tú eres un diseño original del Creador. Él puso en ti cada órgano y te regaló características que te hacen única. Puedes estar segura de que si consultas cotidianamente la voluntad de Dios, podrás unir poco a poco cada eslabón de la vida hasta llegar a formar una cadena de fe que te mantenga unida a tu Señor y le dé sentido a tu vida.
Cuando sufras el desprecio y el desamor de parte de aquellos que debieran haberte procurado bienestar, con toda seguridad podrás contar con el abrazo de Dios, listo para ofrecerte consuelo, y su oído atento para escuchar tus pesares. «¿Acaso no oirá el que nos puso las orejas, ni podrá ver el que nos formó los ojos?» (Sal. 94:9).
Finalmente, cuando te sientas amenazada por las dudas con respecto a tu razón de ser, repite una y otra vez: «¡No soy un error de Dios! ¡Soy su obra maestra!».

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

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