lunes, 29 de abril de 2013

EL ENIGMA DE LAS EXTREMIDADES FANTASMAS

Santifícalos en la verdad; tu palabra es la verdad (Juan 17: 17).

En el siglo XVI, el cirujano francés Ambroise Paré observó que muchos de los que sufrían la amputación de alguna de sus extremidades seguían sintiendo vívidamente la presencia de esas extremidades mucho después de la operación. Cuando Lord Nelson perdió el brazo derecho en un asalto sin éxito a Santa Cruz de Tenerife, no solo sentía vívidamente la presencia del brazo amputado sino también dolor y la sensación inconfundible de dedos tocándole la palma de la mano de ese brazo. Lord Nelson declaró que esta era una evidencia contundente de la existencia del alma. Más tarde, Silas Weir Mitchell, eminente médico de Filadelfia, acuñó el término «extremidad fantasma» para describir este fenómeno que había observado en muchos de los que sufrieron amputaciones durante la Guerra de Secesión de los Estados Unidos.
Este fenómeno plantea un problema realmente complejo para la medicina contemporánea. ¿Cómo resolver el problema del dolor en una extremidad que no existe? Los científicos coinciden en que este no es un problema psicológico y también en que el dolor que experimentan es real y, algunas veces, extremadamente agudo. Sin embargo, no han encontrado una explicación satisfactoria para la razón de este fenómeno. Sencillamente, es un dolor que no debería experimentarse porque la extremidad ya no existe.
Muchas veces nosotros creamos extremidades fantasmas en nuestra vida espiritual que causan mucho dolor y sufrimiento. Lo más triste es que este dolor no debería existir porque Dios ha extirpado la causa de ese dolor, pero nuestras ideas erróneas perpetúan nuestro sufrimiento. Una de las «extremidades fantasmas» más terribles de nuestra vida espiritual es la culpabilidad. Si alguna vez has cometido actos vergonzosos o dañinos para otros sabrás que la culpabilidad produce un dolor muy agudo y una carga muy pesada. Esta carga deforma nuestra conciencia y nos separa de los demás, incluyendo a Dios mismo y a aquellos que desean nuestro bien.
Paradójicamente, el sentimiento de culpabilidad puede llevarnos a repetir esos actos vergonzosos como si el dolor que producen pudiera expiar nuestra culpa, pero aquellos que conocen a Jesús no tienen por qué sufrir. Jesús nos pide que confesemos nuestros pecados y aceptemos su sacrificio por nosotros. A cambio promete perdonar nuestras faltas y sanar nuestro dolor. Sin embargo, a muchos nos cuesta trabajo creer y seguimos experimentando un dolor que no debería existir.
Pídele hoy a Dios que te ayude a creer para que seas liberado del fantasma maligno del sentimiento de culpabilidad. Así encontrarás la paz de Cristo.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez

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