sábado, 22 de junio de 2013

DEPRIMIDA POR LA MODA

Lugar: Nueva York, EE.UU. 
Palabra de Dios: 1 Pedro 3:3,4

Amanda las divisó apenas entró en su nueva escuela: un grupo de chicas, paradas en el pasillo, con ropa de marca y de última moda.
Rápidamente pasó al lado de ellas, evitando mirarlas a los ojos.
No es que su ropa fuera fea o algo así, solo que no era ropa tan lujosa como la que usaban las otras chicas. Cuanto más pensaba en esto, más molesta se sentía.
-Mamá, necesito ropa nueva -explotó apenas llegó a su casa.
La mamá la miró, sorprendida.
-¿No acabamos de comprarte ropa? Sabes que no podemos comprar nada más en este momento.
Amanda sabía que su mamá tenía razón, pero le disgustaba la idea de volver a la escuela. Toda la semana caminó por la escuela con la cabeza gacha, evitando a las personas. Si alguien le hablaba, ella daba respuestas cortas y se alejaba. El ceño fruncido remplazó su sonrisa habitual. A la hora del almuerzo, comía sola.
Un par de semanas más tarde, algo que leyó el director de su grupo de jóvenes le llamó la atención: “Que la belleza de ustedes no sea la externa, que consiste en adornos tales como peinados ostentosos, joyas de oro y vestidos lujosos. Que su belleza sea más bien la incorruptible, la que procede de lo íntimo del corazón y consiste en un espíritu suave y apacible. Ésta sí que tiene mucho valor delante de Dios”.
De pronto, Amanda se dio cuenta de que había estado tan preocupada por su ropa que su actitud se había vuelto pésima. No era sorprendente, entonces, que no hubiera hecho amigos nuevos en la escuela.
Decidió en ese momento dejar que su belleza interior brillara, y rápidamente la escuela comenzó a ser un lugar más feliz para ella.
Amanda hasta se hizo amiga de algunas de las chicas de la ropa lujosa.
“Todo es cuestión de quién soy por dentro”, pensó mientras se vestía para ir a la escuela, “no de lo que tengo puesto por fuera”.

Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson

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