jueves, 13 de junio de 2013

NO DERRAMES EL AGUA DE LA VIDA

En el último día, el más solemne de la fiesta, Jesús se puso de pie y exclamo: “¡Si alguno tiene sed, que venga a mí y beba!” (Juan 7:37).

A todos nos encantan las acciones heroicas y tenemos una especial admiración por la gente valiente. En la Biblia se mencionan los famosos “treinta valientes de David’ (2 Sam. 23:13-39; 1 Cron. 11:15-47). Si el jefe era valiente, sus afamados treinta soldados tenían que ser tan valientes como él. Aquellos treinta hombres eran esforzados más allá de los límites del valor humano. Se puede decir que no tenían rivales.
Quizá has escuchado la historia. Una vez, David estaba escondido con sus valientes en las montañas de Judá. Un día que estaba especialmente “melancólico”, dijo: “¡Ojalá pudiera yo beber agua del pozo que está a la entrada de Belén!” (2 Sam. 23:15). Deseo nostálgico. Tristeza natural por estar alejado de su tierra. Pero los deseos de su jefe eran órdenes para aquellos valientes. ¿Sabes lo que hicieron tres de los valientes?: “Irrumpieron por el campamento de los filisteos y sacaron agua del pozo de Belén […] y la trajeron a David”. Eso es valor. La guarnición filistea tenía varios centenares de soldados bien pertrechados y listos para combatir. Pero los tres jóvenes se abrieron paso a filo de espada hasta el pozo. Imagino que uno echo el balde al pozo, lo saco con una cuerda y lo vacío en el recipiente que habían traído con ese propósito; mientras los otros dos luchaban contra un enjambre de filisteos aterrorizados por su bravura.
Por fin llegaron hasta David con el preciado líquido, pero cuando le llevaron el agua, “no quiso bebería”. Me parece que hizo bien. “¡Eso sería como beberme la sangre de hombres que se han jugado la vida!” (2 Sam. 23:17). Cristo vino con peligro de su vida, con mas valor que los tres valientes, y saco agua del pozo de la vida, de su propia vida, su propia sangre, para darnos una nueva esperanza en este mundo. David no quiso beber el agua, que era la sangre de los “tres valientes”. Pero el agua de la vida que Cristo nos da está a nuestro alcance para renovar las energías. Es la única forma de obtener la vida eterna.
En nuestro texto de hoy, Jesús dice: “¡Si alguno tiene sed, que venga a mí y beba!” No derrames el agua de la vida. ¡Pruébala! Llenará el vacío de tu corazón.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez

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