martes, 26 de enero de 2016

LOS FRUTOS DE LA HUMILDAD

“Dichosos los humildes, porque heredarán la tierra prometida” (Mateo 5:5).

Su estilo de bateo, su velocidad, la seguridad de su guante, todo parecía indicar que era el jugador que haría ganar al equipo. Solo tenía un problema: el color de su piel. Desde 1892 estaba prohibido que los afroamericanos jugaran en la Liga Profesional de Béisbol de los Estados Unidos. Pero Brach Rickey quería que ese muchacho jugara para los Dodgers. Como cristiano, Rickey estaba dispuesto a poner su grano de arena para derribar las barreras raciales que fraccionaban la nación.
Rickey sabía que contratar a un afroamericano conllevaba muchos riesgos para el jugador, pues a lo largo de la temporada recibiría insultos, amenazas de muerte, pelotazos de los lanzadores, ataques de sus propios compañeros… El asunto no se limitaba a si los Dodgers tendrían el valor de contratar al jugador, sino si el jugador tendría el temple necesario para pagar el precio que conllevaba romper los esquemas de una sociedad carcomida por el racismo. Cuando Rickey le presentó los riesgos, el jugador le preguntó: “¿Usted quiere un negro que no responda a los ataques?” Rickey pensó un momento, y respondió: “Quiero un jugador que tenga suficientes agallas como para no reaccionar ante los ataques”. Se necesitaba un jugador que pusiera de manifiesto una virtud que parece estar en vías de extinción: la humildad. El muchacho aceptó, y el 15 de abril de 1947 Jackie Robinson se convirtió en el primer afroamericano en jugar en las Grandes Ligas.
Robinson supo manejar los ataques, y durante su carrera demostró que la sabiduría y la honra acompañan a los humildes. En su primera temporada fue galardonado con el premio Novato del Año. Dos años después ganó el título de Jugador Más Valioso. Además, participó en la Serie Mundial en seis ocasiones y fue exaltado al Salón de la Fama de Cooperstown. Salomón no se equivocó cuando dijo: “Para recibir honores, primero hay que ser humilde” (Proverbios 15:33).
Rabindranath Tagore declaró: “Cuando somos grandes en humildad, estamos más cerca de lo grande”. Si de verdad queremos llegar lejos en esta tierra, y en la venidera, tratemos de poner en práctica el siguiente consejo de Pablo: “Sean humildes y amables; tengan paciencia y sopórtense unos a otros con amor” (Efesios 4:2).

Por: J. Vladimir Polanco Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2016
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Por: J. Vladimir Polanco
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