sábado, 30 de enero de 2016

NO HAY DIOS MÁS HUMILDE -2

“Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús: Él, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomó la forma de siervo y se hizo semejante a los hombres. Mas aún, hallándose en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”. Filipenses 2:5-8

En nuestra época, dominada por el mundo del espectáculo, saturada de medios de comunicación, ansiosa de encumbrar a alguien como héroe, quizá sea comprensible que cuando viaja una personalidad religiosa como el papa haya tal frenesí en la cobertura informativa de los medios de comunicación. El séquito de limusinas negras, las astas y las balaustradas cubiertas de banderas, la aglomeración de fieles y los curiosos que bordean el desfile de automóviles, la guardia militar puesta en alerta a la llegada, la ruidosa fanfarria de la banda de música, la cola de bienvenida de dignatarios… etcétera, etcétera, etcétera.
Y, no obstante, cuando el Dios del universo desciende a nuestro planeta para convertirse en Emanuel, “Dios con nosotros”, ¡qué impresionante contraste! Nacido en un pesebre, criado como el hijo de un carpintero, recorriendo el país como Mesías itinerante, arrestado por alterar la paz, ejecutado por decir la verdad, Jesús jamás habría sobrevivido a nuestra malhadada sed de bombo publicitario, ¿no crees? Aquel que “se anonadó” (Fil. 2:7, NC) habría estado necesariamente reñido con nuestra sed de estrellato y fama.
“¿A quién queréis que os suelte?” (Mat. 27:17). Da que pensar, ¿verdad? Si Pilato fuese a plantear hoy esa consulta, ¿a quién elegiríamos? ¿Al Dios de humildad inigualable o a la celebridad del momento?
“Contemplando al Redentor crucificado, comprendemos más plenamente la magnitud y el significado del sacrificio hecho por la Majestad del cielo. El plan de salvación queda glorificado delante de nosotros, y el pensamiento del Calvario despierta emociones vivas y sagradas en nuestro corazón. Habrá alabanza a Dios y al Cordero en nuestro corazón y en nuestros labios; porque el orgullo y la adoración del yo no pueden florecer en el alma que mantiene frescas en su memoria las escenas del Calvario” (El Deseado de todas las gentes, cap. 72, p. 631; la cursiva es nuestra).
Quizá sea preciso que mantengamos presente en nuestra conciencia la humildad inigualable de nuestro Dios. ¿Podría ser que las escenas del Calvario precisen ser objeto de repaso día a día, si queremos alguna vez reflejar la humildad de este Dios que nos ha salvado y que, al salvarnos, pide que dejemos que su mente esté también en nosotros?

Tomado de Lecturas devocionales para Adultos 2016
EL SUEÑO DE DIOS PARA TI
Por: Dwight K. Nelson
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