martes, 15 de marzo de 2016

PAN DE LAS NUBES

Pan de nobles comió el hombre; les envió comida hasta saciarles. Salmo 78:25.

Imagina que te levantas alguna mañana justo después de que el rocío brillante ha desaparecido, y encuentras el suelo cubierto con unas cosas pequeñas, redondas y blancas. ¿Hambriento? ¡El desayuno está servido! No solo el desayuno, sino también la merienda y la cena. Esto es exactamente lo que les ocurrió a los israelitas. Dios había prometido enviarles pan del cielo y, fiel a su palabra, el pan llegó.
“Este es el pan del cielo que el Señor nos ha dado para comer”, explicó Moisés. Ansiosamente, se sirvieron algunos como muestra, se relamieron los labios y sonrieron. Su sabor era como “hojuelas con miel” (Exodo 16:31) y “pan amasado con aceite” (Números 11:8, NVI). Así que, por primera vez en la historia, la gente comió comida de ángeles. Pero ningún otro nombre correspondía realmente, excepto maná.
Dios estaba dispuesto y tenía la capacidad de darles comida sin que ellos tuvieran que comprar o plantar o cosechar. Lo que quería era que creyeran en él. Pero creer de verdad significa obedecer, así que les dio varias pruebas en relación con el maná.
Cada persona debía juntar unos dos cuartos de maná cada mañana. Todo el maná que quedaba en el suelo se derretía por el sol. Si alguien intentaba guardar algo para el día siguiente, encontraba que no era apto como comida. Aquellos que desobedecieron pronto descubrieron que estaba no solo agusanado, sino también que tenía un olor fétido. La segunda prueba llegaba cada viernes, cuando caía el doble de maná. La gente tenía que juntar suficiente para aquel día y para el sábado también. El maná guardado para el sábado permanecería fresco milagrosamente. Cuando algunos del pueblo salían el séptimo día a buscar maná, no había nada. Cada día y cada semana, Dios estaba intentando enseñarle a su pueblo a confiar en él para sus necesidades diarias y a guardar el sábado como un recordatorio semanal de su poder creativo y gran amor.
El pan del cielo también era un símbolo de Jesús, quien dijo: “Yo soy el pan de vida” (Juan 6:35). Así como los israelitas comían el maná para que les diera fuerza física, también tenemos que leer la Palabra de Dios y pensar en ella a lo largo de todo el día, para que nos dé fuerza espiritual.
Las historias y las lecciones de la Biblia nos ayudan a conocer más a Dios y, cuanto mejor lo conozcamos, tanto más amaremos al Dios que envió maná fresco del cielo a fin de que su pueblo no muriese de hambre.

Tomado de devoción matutina para menores 2016
¡GENIAL! Dios tiene un plan para ti
Por: Jan S. Doward
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