domingo, 3 de abril de 2016

DERROTADOS POR NO CREER

Pues por cuanto os habéis negado a seguir a Jehová, por eso no estará Jehová con vosotros. Números 14:43.

Dios quería conducir a su pueblo directamente a la tierra de Canaán. Les había dado su palabra de que nunca perderían una batalla. Pero los hijos de Israel simplemente no creyeron en Dios, lo cual hizo imposible que Dios los protegiera. Ir de regreso al desierto era lo único seguro para hacer. Así como los espías habían pasado cuarenta días inspeccionando la tierra, también los incrédulos israelitas tendrían que vagar en el desierto durante cuarenta años. Hacia el final del tiempo, todos los quejosos y los incrédulos más viejos habrían muerto.
Fue un chasco amargo para Moisés y Aarón, para Caleb y Josué. Ellos estaban dispuestos a entrar en Canaán, listos para hacerlo, pero se sometieron a la orden de Dios sin siquiera murmurar.
Aquella noche, el pueblo tuvo otra sesión de llanto que duró toda la noche. Se lamentaban por la sentencia de Dios, pero no por su propia terrible incredulidad. Cuando salió el sol, se secaron los ojos y vinieron a Moisés con optimismo.
“Vamos a subir a Canaán ahora”, declararon.
“Satanás había logrado su objeto de impedirles la entrada a Canaán; y ahora los incitaba a que, contrariando la prohibición divina, hicieran precisamente aquello que habían rehusado hacer cuando Dios se los había mandado. En esa forma, el gran engañador logró la victoria al incitarlos por segunda vez a la rebelión” (Patriarcas y profetas, p. 413).
Le dijeron a Moisés que lamentaban haber pecado, pero sus corazones no habían cambiado ni un poco. Esto le ocurre con frecuencia a la gente que no cree en Dios.
Confiesan sus faltas pero, en sus corazones, todavía quieren seguir sus propios caminos.
“No subáis, porque Jehová no está en medio de vosotros” (Números 1M2).
Pero ellos subieron de todos modos. Sin orar, sin Moisés y sin el Arca de Dios, decidieron pelear con el enemigo a su manera, esperando que Dios cambiara de opinión y les permitiera entrar en la maravillosa tierra.
Marcharon derecho hacia la cima de la colina donde los cananeos estaban esperándolos, lo cual fue un auténtico suicidio. Y, antes de que el día terminara, los cadáveres de los israelitas estaban desperdigados por el desfiladero de la montaña desde la cual los feroces cananeos habían hecho caer piedras sobre ellos. Fue una derrota terrible, y no tendría por qué haber ocurrido.

Tomado de devoción matutina para menores 2016
¡GENIAL! Dios tiene un plan para ti
Por: Jan S. Doward
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