viernes, 1 de abril de 2016

EL DÍA DE LOS INCRÉDULOS

Entonces Caleb hizo callar al pueblo delante de Moisés, y dijo: Subamos luego, y tomemos posesión de ella; porque más podremos nosotros que ellos. Números 13:30.

Cuando los israelitas llegaron al lugar llamado Cades-bamea, estaban justo en el borde sur de la tierra de Canaán. Antes de continuar, se sugirió enviar espías para inspeccionar la tierra. Esto le pareció bien a Moisés. Inmediatamente presentó la idea al Señor, quien dio su aprobación con la instrucción de que esta peligrosa misión debían llevarla a cambio un líder de cada una de las doce tribus. Estos hombres iban a explorar las ventajas naturales del país, aprender todo lo que pudieran sobre sus habitantes, observar el tipo de suelo y traer una muestra del fruto de la tierra.
El pueblo observó ansiosamente a los espías cuando se iban en su misión secreta. El tiempo se escabullía lentamente y, después de cuarenta días, los espías finalmente regresaron. La noticia se diseminó rápidamente por todo el campamento. Hubo muchos “¡Ohs!” y “¡Ahs!” sobre el enorme y exquisito fruto que habían juntado.
¡Qué emoción! ¡Cómo se regocijó el pueblo por el fruto que pronto podría ser de ellos! Todos se amontonaron alrededor, escuchando con atención el informe que los espías le daban a Moisés. No querían perderse ni una palabra.
Todos los espías admitieron que verdaderamente era tierra que “fluía leche y miel”, que era la frase que se usaba en aquel entonces para describir la tierra fructífera.
Pero había una nota amarga. Diez de los espías detuvieron la ovación con las siguientes palabras: “Mas el pueblo que habita aquella tierra es fuerte, y las ciudades muy grandes y fortificadas” (Números 13:28). Anonadado, el pueblo comenzó a gritar, a quejarse y a sollozar su incredulidad.
“¡Oh, no! ¡Esto es horrible! ¡No podemos entrar en Canaán!”
Dos de los espías no estaban de acuerdo. Tanto Josué como Caleb sabían que Dios mantendría sus promesas, sin importar cuán altos fueran los muros de las ciudades o cuán fuerte fuera el enemigo. Caleb intentó calmar a la multitud con las palabras de nuestro texto para hoy. Pero los otros espías lo hicieron callar. “¡No somos capaces!” Fue el día de los incrédulos. El pueblo estaba listo para desconfiar. Lo más probable es que incluso habrían dudado si solo dos espías hubiesen traído el desafortunado informe.
En lugar de centrarse en lo que Dios podía hacer, se lamentaron por lo que ellos no podían hacer. ¡Qué tragedia!

Tomado de devoción matutina para menores 2016
¡GENIAL! Dios tiene un plan para ti
Por: Jan S. Doward
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