sábado, 16 de abril de 2016

¿UN CANAL ABIERTO O UN CANAL CERRADO?

El Espíritu Santo siempre está listo para guiarte a la mejor versión de ti misma. John Ortberg

Comprando en el supermercado, una mujer oyó a un padre hablando con su pequeño de dos años: “Ten paciencia, Billy. Tú puedes hacerlo, Billy. No te impacientes, Billy”. Fascinada por lo que veía, la mujer se acercó y le dijo: “Disculpe, pero quiero felicitarlo por lo paciente y cariñoso que es usted con el pequeño Billy”. El hombre respondió: “Mi hijo se llama Patrick, Billy soy yo”.* Por lo visto, Billy necesitaba que una vocecita lo animara a seguir poniendo en primer lugar la educación de su hijo, sometiendo para ello su propia naturaleza impaciente. Así sucede en la vida cristiana; nuestra mayor necesidad es la de mantenemos conectadas a esa vocecita del Espíritu Santo.
“No apaguen el fuego del Espíritu” (1 Tes. 5:19), nos aconsejó el apóstol Pablo, porque es a través de él que todo fluye en nuestra vida. Las cosas que hacemos, los rasgos de carácter que potenciamos, las inclinaciones naturales que acariciamos, los gustos que adquirimos, los hábitos que desarrollamos, o bien nos llevan a abrir nuestro corazón a la influencia del Espíritu o a cerrarlo.
El Espíritu de Dios está siempre listo para guiarnos. Y gracias a Dios por eso, porque por mucha fuerza de voluntad que yo tenga, por mucho que lo intente o que quiera cambiar por mí misma, esa batalla está perdida. Porque “queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí, pues según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros” (Rom. 7:21-23, RV95). Mi única opción de victoria pasa por mantener todos los canales abiertos a la obra del Espíritu en mí.
¿Qué debe cambiar en mi vida para que el Espíritu de Dios siga fluyendo a través de mí? ¿Qué es lo que me impide seguir percibiendo esa vocecita hablándole a mi conciencia? ¿Tal vez un sentimiento de superioridad o justicia propia? ¿Tal vez un carácter impaciente o una tendencia que me domina? El quid de la victoria cristiana es seguir siendo sensibles a la voz de Dios, seguir manteniendo vivo en nosotras el fuego del Espíritu. Entonces él seguirá produciendo tanto “el querer como el hacer, por su buena voluntad” (Fil. 2:13, RV95).

“Si ahora vivimos por el Espíritu, dejemos también que el Espíritu nos guíe” (Gál 5:25).

* John Ortberg, The Me I Want To Be [El yo que quiero ser] (Michigan: Zondervan, 2010), p. 42.

Tomado de Lecturas Devocionales para Damas 2016
ANTE TODO, CRISTIANA
Por: Mónica Díaz
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