domingo, 15 de mayo de 2016

LA COPA ROTA

“Porque cualquiera que guarde toda la ley, pero ofenda en un punto, se hace culpable de todos”. Santiago 2:10

Sobre la mesa de mi oficina en la iglesia guardo el pie de una copa rota. La conservo así para que no olvide las leyes de la física ni la ley de Dios. Predicaba sobre el texto de hoy y quería ilustrar la sustancia de lo dicho por Santiago en el sentido de que si quebrantas un solo mandamiento acabarás quebrantándolos todos. Así que decidí agarrar un martillo y hacer añicos una copa de vidrio durante el sermón. Lo había hecho una vez con anterioridad. Pero, dado que esta vez era en directo ante una cámara de televisión de emisión por satélite, el director sugirió que pegásemos la copa al atril con cinta adhesiva para garantizar que ningún trozo de vidrio se proyectase hacia delante. Lo siento, Isaac Newton, ¡pegando la base con cinta adhesiva, garantizamos el cumplimiento de una ley de la física que envió el vidrio despedazado hacia delante, esparcido por toda la primera fila!
La enseñanza de Santiago es, no obstante, verdad. Quebranta la ley en cualquier punto y toda ella queda hecha añicos. Durante años prediqué ese texto para insistir en la importancia de observar el cuarto mandamiento (“Acuérdate del sábado para santificarlo” [Éxo. 20:8]) junto con los otros nueve. Pero unos meses después del sermón de la copa rota repasé Santiago 2, descubrí, para mi sorpresa, que, en realidad, mi aplicación previa ¡no estaba a la altura de la enseñanza radical que Santiago quiere transmitir! Aunque la verdad sobre el sábado es bíblicamente incontrovertible, Santiago, en realidad, no está defendiendo el cuarto mandamiento, sino que está refiriéndose apasionadamente al undécimo mandamiento.
Santiago describe una congregación en la que aparecen para el culto un rico y un pobre. Si hacéis pasar al rico hasta un asiento escogido al frente y hacéis gestos al pobre para que se siente en un banco de la parte trasera, “¿no hacéis distinciones entre vosotros mismos, y venís a ser jueces con malos pensamientos?” (Sant. 2:4). ¡Pues claro! “Si en verdad cumplís la ley regia, conforme a la Escritura: Amarás a tu prójimo como a ti mismo, bien hacéis” (vers. 8). La “ley regia” de Dios (el amor imparcial a tu prójimo) significa que amamos a todos de la misma manera, con independencia de la situación económica en la vida.
Santiago prosigue afirmando que no amar imparcialmente es quebrantar la ley regia de Dios “en un punto” y, así, ¡hacer añicos toda la copa! Por favor, observa nuevamente que la ofensa que cita no se refiere, por crítico que resulte, al quebrantamiento del cuarto mandamiento, sino al del undécimo. “Que os améis unos a otros; como yo os he amado” (Juan 13:34). Dada su ley regia, ¿no crees que el Rey del Calvario se alegraría de responder nuestra oración hoy y colmarnos por adelantado de su amor para las personas con las que nos encontremos?

Tomado de Lecturas devocionales para Adultos 2016
EL SUEÑO DE DIOS PARA TI
Por: Dwight K. Nelson
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