jueves, 12 de mayo de 2016

MÁS GRANDES SON, MÁS FUERTE CAEN

Y sabrá toda esta congregación que Jehová no salva con espada y con lanza; porque de Jehová es la batalla, y él os entregará en nuestras manos. 1 Samuel 17:47.

El gigante del desánimo con frecuencia nos persigue y nos hace querer desistir.
Cada vez que esto te ocurre, recuerda a David. Él miró más allá del espectáculo del monstruo Goliat que venía a encontrarse con él y vio a su Dios, pues sabía que podía arreglar la situación.
Saúl intentó vestir a David con su propia armadura para la gran batalla, pero David se negó. El casco le quedaba grande; apenas podía ver. La espada colgaba torpemente a su lado, y todo era demasiado grande y voluminoso. Cuando se quitó la entorpecedora protección, algunos debieron de haber pensado que iba a abandonar la idea de pelear contra el gigante, pero ese no fue el caso.
Tomando su vara de pastor y su honda, caminó hacia el arroyo, y recogió cinco piedras lisas y las puso dentro de su pequeño bolso.
A esta altura, Goliat estaba realmente enojado: ¡pensar que los israelitas estaban enviando a un pastorcillo a pelear con el gran Goliat!
“¿Piensas que soy un perro, que vienes a mí con palos?”, gritó. “¡Daré tu carne a las aves del cielo y a las bestias del campo!” La tierra parecía que se sacudía mientras tronaban sus amenazas.
Los espectadores israelitas se estremecieron. David no tenía armadura, ni espada; no tenía posibilidades… o eso era lo que pensaban.
La voz de David sonó clara y musical: “¡Tú vienes a mí con una espada y una lanza, pero yo vengo a ti en el nombre del Señor de los ejércitos!” Luego, intrépidamente, gritó esas emocionantes palabras de nuestro texto para hoy.
La cara de Goliat se enrojeció de enojo. Inclinó su casco hacia arriba y se movió con pesadez por el valle, hacia David. David nunca quitó los ojos de encima del gigante.
Corriendo para encontrarse con el enorme hombre, buscó en su morral, sacó una piedra y la colocó en su honda de cuero. Haciendo girar rápidamente la honda, apuntó con cuidado y dejó que la piedra volara. Fue derecho al blanco, golpeando a Goliat justo en la frente y clavándose allí. Goliat se tambaleó por un momento y luego, como un gran árbol, cayó hacia adelante. El siervo que llevaba el escudo salió disparado como un conejo asustado. David no esperó un segundo. Corrió hacia adelante, tomó la espada de Goliat, y cortó la cabeza del jactancioso.

Tomado de devoción matutina para menores 2016
¡GENIAL! Dios tiene un plan para ti
Por: Jan S. Doward

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