domingo, 1 de enero de 2017

PARA TI Y PARA MÍ

«El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha. Las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida». Juan 6: 63

La biblia no fue escrita solamente para los intelectuales; más bien ha sido destinada a la gente común. Las grandes verdades necesarias para la salvación están presentadas con tanta claridad como la luz del mediodía; y nadie se equivocará o perderá el camino, salvo quienes sigan su criterio personal en vez de la voluntad divina tan ampliamente revelada.
No podemos conformarnos meramente con las afirmaciones de nadie en cuanto a lo que enseñan las Sagradas Escrituras, sino que hemos de analizar los mensajes de Dios por nosotros mismos. Si permitimos que otros piensen por nosotros, nuestra energía quedará mutilada y nuestras aptitudes limitadas. Las facultades del alma pueden reducirse tanto por no ejercitarse en temas dignos de su atención, que lleguen a ser incapaces de penetrar el profundo significado de la Palabra de Dios. La inteligencia se desarrolla si se emplea en investigar la relación de los temas bíblicos, comparando texto con texto y lo espiritual con lo espiritual.
No hay nada mejor para fortalecer el intelecto que el estudio de la Biblia. Ningún otro libro es tan potente para elevar los pensamientos, para dar vigor a las facultades, como las grandes y ennoblecedoras verdades de las Escrituras. Cuando se estudia la Palabra de Dios como es debido, se adquiere una grandeza de espíritu, una nobleza de carácter y una firmeza de propósito, que raramente pueden verse en estos tiempos.
Solo se obtiene un beneficio muy escaso de una lectura precipitada de las Sagradas Escrituras. Uno puede leer toda la Biblia y quedarse, sin embargo, sin captar su belleza o comprender su sentido profundo y oculto. Un pasaje estudiado hasta que su significado nos parezca claro, y evidentes sus relaciones con el plan de salvación, resulta de mucho más valor que la lectura de muchos capítulos sin un propósito determinado y sin obtener una instrucción positiva. Ten tu Biblia a mano. Léela cuando tengas oportunidad; fija los textos en tu memoria. Incluso yendo de camino puedes rememorar un pasaje y meditar en él hasta que se te grabe en la mente.
No podemos obtener sabiduría sin una atención cuidadosa y un estudio con oración. […] Es necesario un análisis cuidadoso y una reflexión acompañada de oración. Estudiar la Biblia así, será abundantemente recompensado. […]
Nunca se debe estudiar la Biblia sin oración. Antes de abrir sus páginas tenemos que pedir la iluminación del Espíritu Santo, y nos será concedida.— El camino a Cristo, cap. 10, pp. 131-134.

Tomado de lecturas devocionales para Adultos 2017
DE VUELTA AL HOGAR
Por: Elena G. de White
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