martes, 3 de enero de 2017

REVESTIDA DE ALABANZA

“Que a los afligidos de Sion se les dé esplendor en lugar de ceniza, aceite de gozo en lugar de luto, manto de alegría en lugar del espíritu angustiado. Serán llamados ‘Árboles de justicia’, ‘Plantío de Jehová’, para gloria suya” (Isa. 61:3).

Tan pronto como el avión aterrizó en Beira, Mozambique, sentí que algo no iba bien. El tiempo de conexión en Johannesburgo había sido muy justito por causa del retraso del primer vuelo, y estaba casi segura de que mis maletas no habían llegado. ¡Bastante segura! Traspasar Inmigración e ira las bandas de equipajes, se confirmaron mis temores. No estaban mis maletas. No llegaría mi ropa hasta cinco días después. Estaba en estado de pánico. ¿Que debía hacer? Luego, al escuchar la alegre música del aeropuerto, me fui calmando. Me había sentido tan molesta por la situación, que ni me había dado cuenta de la hermosa música que había en el aeropuerto. A medida que la escuchaba, me fui dando cuenta de que tenía dos opciones: alabar a Dios o quejarme de mi mala suerte. Decidí alabar a Dios. Al salir del aeropuerto, me uní a más de un centenar de damas que cantaban y alababan a Dios por sus bendiciones y le daban las gracias porque había llegado bien.
Los días siguientes estuvieron llenos de reuniones y compañerismo. ¿Extrañé mis maletas? Un poco al principio, pero rápidamente aprendí a vivir sin mis cosas. ¡Y me sentía cómoda y feliz! Unas señoras me regalaron una capulana, que es un trozo de tela que se puede utilizar de muchas maneras. Con la capulana sobreviví los cinco días, acordándome apenas de mis maletas perdidas. Aprendí que si permito que Dios vista mi espíritu con alabanza, puedo empezar a cantar otra vez.
El día que salí de Beira, mis maletas me estaban esperando en el aeropuerto. Alabé a Dios porque mis cosas habían aparecido de nuevo. Pero también porque me había enseñado a vivir con menos. Hoy, cuando me enfrento a experiencias similares -viajo con frecuencia, así que, me suceden a menudo-, recuerdo lo que Dios me enseñó en Mozambique, y mi actitud cambia inmediatamente para mejor. ¿Por qué? Porque cuando Dios reviste nuestros corazones con alabanza, todo cambia.
Hoy es un día para cantar y alabar a Dios. Quizá no se te ha perdido ningún equipaje ni te falten cosas materiales, pero tal vez estés enferma, o hayas perdido a alguien o tengas problemas. Pide a Dios que te revista de la alabanza y te ayude a dar gradas por todo. Entonces descubrirás, con sorpresa, que ha cambiado tu actitud, tu manera de pensar, y que ya no eres la misma.
Esta mañana, y todas las mañanas, tienes siempre dos opciones: alabar a Dios o quejarte por tu mala suerte. Elige la primera: elige las bendiciones.  Raquel Queiroz da Costa Arrais

Tomado de lecturas devocionales para Damas 2017
VIVIR EN SU AMOR    
Por: Carolyn Rathbun Sutton – Ardis Dick Stenbakken
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