martes, 3 de enero de 2017

POPÓ EN EL ARMARIO

“El hombre contestó: ‘La mujer que me diste por compañera me dio de ese fruto, y yo lo comí’ ” (Génesis 3:12).

Ahí estaba, en mi armario y delante de mis narices: un montón de apestoso popó. ¿Te imaginas lo que es abrir el armario para agarrar ropa limpia y encontrarte semejante panorama? Probablemente, nunca has tenido esa experiencia, pero déjame decirte que te llevas un susto increíble. Lo primero que pensé fue: “¡Qué asquerosidad!” Y lo segundo: “¿Quién? ¿Cómo?” Ese día comencé una investigación. Al principio pensé: “Fue el perro”. Pero algo no encajaba. El perro era un buen perro, estaba bien adiestrado y nunca había hecho nada semejante. Además, ¿cómo podría haber abierto la puerta del armario él sólito? Imposible. Y por si el popó fuera poco, el cabello de mi muñeca había… desaparecido. Alguien se lo había cortado. ¿Cómo podría un perro ser culpable de eso también? Mi mamá trató de consolarme; incluso me dijo que el cabello de mi muñeca crecería nuevamente, pero en general esa fue una experiencia devastadora.
Fue un poco más tarde cuando descubrimos que mi hermana menor era la culpable. Aquella tarde, ella y yo habíamos tenido una pelea, y su personalidad pasivo-agresiva la llevó a hacer popó en mi armario. Era su mejor manera de expresar el enojo que sentía hacia mí. Y pensar que fue ella quien primero culpó al perro… Finalmente, admitió que también le había cortado el cabello a mi muñeca (y mamá reconoció que el cabello de las muñecas no vuelve a crecer). ¡En qué cadena de culpas y mentiras estuvimos enredadas ese día! Y el pobre Jake, nuestro perro, ¡fue el ¡nocente acusado!
El pecado siempre nos conduce a culpar a alguien. La primera reacción después de que Adán y Eva pecaron fue culparse el uno al otro, culpar a la serpiente y culpar a Dios. Ellos se señalaron mutuamente, dieron todo tipo de excusas -igual que mi hermana culpó al perro y mi mamá inventó lo del cabello de la muñeca-y trataron de salir del aprieto a su manera. Pero, las consecuencias del pecado, como el cabello de las muñecas, son permanentes: lo que se ha roto, no se puede volver a arreglar; y lo que está hecho no se puede deshacer… ¡sin Jesús! Si descubres que estás culpando a otros, fíjate que, probablemente, ¡tú eres el único culpable! Decide hoy enfrentar tus errores en lugar de estancarte en el juego de las culpas.

Tomado de lecturas devocionales para Adolescentes 2017
FUSIÓN
Por: Melissa y Greg Howell
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