martes, 7 de febrero de 2017

LUCIFER DESENMASCARADO

«Y despojó a los principados y a las autoridades y los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz». Colosenses 2: 15

Al echar a satanás del cielo, Dios manifestó su justicia y mantuvo el honor de su trono. Pero cuando el ser humano pecó, cediendo a la tentación del ángel rebelde, Dios dio una prueba de su amor, consintiendo en que su Hijo unigénito muriese por la raza caída. El carácter de Dios se pone de manifiesto en el sacrificio expiatorio de Cristo. El poderoso mensaje de la cruz demuestra a todo el universo que el gobierno de Dios no era de ninguna manera responsable del camino de pecado que Lucifer había escogido.
Durante el ministerio terrenal de Cristo el carácter del gran engañador quedó al descubierto. Nada habría podido desarraigar tan completamente las simpatías que los ángeles y todo el universo pudieran sentir hacia Satanás, como su guerra cruel contra el Redentor del mundo. Su petición atrevida y blasfema de que Cristo le rindiese homenaje, su orgullosa presunción que le hizo transportarlo a la cúspide del monte y al pináculo del templo, la intención malévola que mostró al instarle a que se arrojara de aquella vertiginosa altura, la inquina implacable con la cual persiguió al Salvador por todas partes, e inspiró a los corazones de los sacerdotes y del pueblo a que rechazaran su amor y a que gritaran al fin: «¡Crucifícalo! ¡crucifícalo!» (Luc. 23: 21). Todo esto, despertó el asombro y la indignación del universo.
Fue Satanás el que impulsó al mundo a rechazar a Cristo. El príncipe del mal hizo cuanto pudo y empleó toda su astucia para matar a Jesús, pues vio que la misericordia y el amor del Salvador, su compasión y su tierna piedad estaban representando ante el mundo el carácter de Dios. Satanás disputó todos los asertos del Hijo de Dios, y empleó a los seres humanos como agentes suyos para llenar la vida del Salvador de sufrimientos y penas. Los sofismas y las mentiras por medio de los cuales procuró obstaculizar la obra de Jesús, el odio manifestado por los hijos de rebelión, sus acusaciones crueles contra Aquel cuya vida se rigió por una bondad sin precedente, todo ello provenía de un sentimiento de venganza profundamente arraigado. Los fuegos de la envidia y la malicia, del odio y la venganza, estallaron en el Calvario contra el Hijo de Dios, mientras el cielo miraba con silencioso horror. […]

Entonces fue cuando la culpabilidad de Satanás quedó al descubierto. Había dado a conocer su verdadero carácter de mentiroso y asesino.— El conflicto de los siglos, cap. 30, pp. 491-492.

Tomado de lecturas devocionales para Adultos 2017
DE VUELTA AL HOGAR
Por: Elena G. de White
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