jueves, 2 de febrero de 2017

EL ERROR DEL POLICÍA

“Sabemos, además, que a los que aman a Dios, todas las cosas los ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” (Rom. 8:28).

Recuerdo claramente cómo fue mi primera visita a la prisión. Antes de que los funcionarios me permitieran atravesar las puertas de seguridad, examinaron mis pertenencias y me cachearon. Lo soporté todo, para visitar a mi querido hijo de quince años. Era drogadicto, y había acabado en la cárcel por asaltar una tienda con una pistola de juguete. Necesitaba un abogado defensor, que lo amara.
Me condujeron a un vestíbulo sin ventilación, con dos celdas. En una de ellas se encontraba mi hijo. Cuando me vio, se acercó a mí arrastrando los pies y llorando. Verlo en ese trágico estado fue más de lo que yo podía soportar. No pude contener un estallido de lágrimas. Diez minutos más tarde, un policía abrió la puerta y pronunció el nombre de mi hijo.
Vamos a llevarlo al juzgado, para que lo vean un asistente social y un psicólogo. Sorprendida, pregunté:
-¿Puedo ir con él?
-Puede ir-respondió el policía-, pero no con nosotros. Tiene usted derecho a hablar en el juzgado, si puede llegar allí por sí misma.
Yo sabía dónde estaban los juzgados, pero era demasiado lejos. El agente salió con mi hijo. Una vez afuera, empecé a correrían rápidamente como pude hacia el lugar donde mi hijo iba a ser evaluado. Mientras corría, mi mente se precipitó hacia Romanos 8:28, una promesa de Dios que continuamente reclamaba mientras me esforzaba por mantener el ritmo.
Agotada, llegué al tribunal justo a tiempo. Unos minutos después, un funcionario llamó a mi hijo, pero se dirigió a él por un nombre que no era el suyo. Mirando a mi hijo, el psicólogo dijo:
-¡Este no es el muchacho que debería estar aquí!
El funcionario se disculpó, y dijo que devolvería a mi hijo a prisión y efectuaría el cambio por el recluso correcto. Súbitamente, el psicólogo preguntó:
-¿Es usted la madre de este joven?
Asentí.
-Entonces deje a este muchacho aquí -ordenó el psicólogo al funcionario- Me gustaría hablar con él y con su madre juntos.

Dios utilizó un error de un funcionario de prisiones, y mi agotadora carrera, para convertir aquella situación en una oportunidad para que yo abogara en favor de mi hijo. Hace años, Dios también usó los pecados de la humanidad y la “agotadora carrera” de Cristo para convertir nuestra caída en una oportunidad para abogar por nosotros. ¡Tremendo amor! ¡Incondicional amor de padre! 
Vera Lúcia F. S. Ferrari

Tomado de lecturas devocionales para Damas 2017
VIVIR EN SU AMOR    
Por: Carolyn Rathbun Sutton – Ardis Dick Stenbakken
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